
CAPÍTULO 4-3. El Agua Viva que Hace que Uno Jamás Tenga Sed
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Una mujer vivía en Sicar, una ciudad de Samaria, y había tenido cinco maridos. Para no ser despreciada por los aldeanos, esta mujer iba alrededor del medio día al pozo de Jacobo para sacar agua con una tinaja sobre su cabeza mientras todos los demás tomaban la siesta. Un día alrededor del medio día, llegó a sacra agua como de costumbre, y ahí estaba Jesús cerca del pozo. Mientras ella llegaba al pozo y extraía agua, Jesús le pidió a ella, “Mujer, dame de beber.” Mientras observaba a este Hombre, ella se dio cuenta que Él parecía Judío. El atavío Judío consistía de una especie de sabana que se enredaba alrededor del cuerpo y luego cruzado sobre el hombro. Jesús traía tal ropa sobre Él. Esta mujer le preguntó a Jesús, “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer Samaritana?” esta mujer dijo estas palabras ya que Samaritanos y Judíos, aunque ambos pertenecían a la nación de Israel, tenían un muro entre ellos en sus corazones. Esta mujer dijo esas palabras ya que los Judíos consideraban a los Samaritanos, quienes tenían sangre mixta, como muy inferiores, y los trataban con desprecio y los ignoraban.
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