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Desarraigo social, asilo europeo y responsabilidad_ por qué sin integración no hay futuro

Desarraigo social, asilo europeo y responsabilidad_ por qué sin integración no hay futuro

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Bienvenidos a un nuevo episodio del podcast Integración o ReInmigración.Mi nombre es Fabio Loscerbo. Soy abogado y lobista inscrito en el Registro de Transparencia de la Unión Europea, y en este espacio analizamos, sin eslóganes ni simplificaciones, las grandes cuestiones relacionadas con la inmigración, el derecho de asilo y la solidez de nuestras sociedades.Hoy hablamos de desarraigo social, del derecho de asilo europeo y de la responsabilidad, partiendo de un debate que ha surgido recientemente en los Estados Unidos y cruzándolo con la reforma en curso del sistema de asilo de la Unión Europea. Desarraigo social, asilo europeo y responsabilidad: por qué sin integración no hay futuro En los últimos meses, en el debate estratégico estadounidense ha surgido con creciente claridad un concepto que Europa todavía evita nombrar abiertamente: el riesgo de un desarraigo profundo de las sociedades europeas. No se trata de folclore, tradiciones o símbolos culturales, sino de la solidez de los vínculos jurídicos, cívicos y culturales que hacen posible una comunidad política estable. Es una mirada externa y, precisamente por ello, menos condicionada por el lenguaje tranquilizador que domina gran parte del debate europeo sobre inmigración. Esta reflexión llega en un momento decisivo, cuando la Unión Europea intenta reformar su sistema de asilo a través del nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. Es justamente aquí donde se cruzan estas dos trayectorias. Por un lado, un diagnóstico geopolítico que advierte del riesgo de fragmentación social. Por otro, una respuesta normativa centrada en procedimientos, plazos y mecanismos de redistribución, que evita cuidadosamente la pregunta central: ¿qué ocurre cuando el asilo no conduce a una integración real? El problema no es el asilo en sí. El problema es un sistema que, con el tiempo, ha separado la protección de la responsabilidad. En Europa se sigue hablando de acogida, de inclusión y de solidaridad, pero cada vez se habla menos de obligaciones. Sin embargo, todo ordenamiento jurídico serio se basa en un principio elemental: no hay derechos sin deberes, ni beneficios sin consecuencias. Cuando en los Estados Unidos se habla de “borrado civilizatorio”, no se pretende negar la legitimidad de los flujos migratorios ni el deber de proteger a quienes huyen de guerras y persecuciones. Se pone de relieve un riesgo político preciso: el de sociedades que ya no son capaces de exigir una adhesión efectiva a sus reglas fundamentales. Una sociedad que renuncia a exigir integración deja de ser una comunidad y se convierte en un simple espacio administrado. Es aquí donde la reforma europea del derecho de asilo revela sus principales ambigüedades. El nuevo marco normativo promete eficiencia y rapidez, pero deja sin respuesta una cuestión esencial: ¿qué proyecto concreto de integración acompaña estas reformas? ¿Qué se exige realmente a quienes obtienen una forma de protección? Y, sobre todo, ¿qué sucede cuando esas exigencias no se cumplen? La integración se trata con demasiada frecuencia como un valor moral o una narración. En realidad, la integración es —o debería ser— una obligación jurídica y social. El trabajo lícito, el conocimiento de la lengua, el respeto de las normas y la adhesión a los principios fundamentales del ordenamiento no son premios que se conceden, sino condiciones que legitiman la permanencia. Sin este marco, el asilo corre el riesgo de transformarse de instrumento de protección en factor de desintegración social. En este espacio debe entenderse el paradigma Integración o ReInmigración. No como una alternativa brutal al derecho de asilo, sino como su evolución necesaria. Protección e integración deben avanzar juntas. Cuando esto no ocurre, la ReInmigración no es un castigo, sino la consecuencia ordenada y racional del incumplimiento de las condiciones que hacen posible la convivencia. Sin consecuencias, las obligaciones pierden sentido. Sin ReInmigración, la integración se convierte en una palabra vacía. Este es el núcleo del problema que Europa sigue evitando nombrar, mientras observadores externos lo identifican con cada vez mayor claridad. Europa se encuentra hoy ante una elección que no es solo normativa, sino también civil y política. Puede seguir reformando procedimientos sin afrontar sus efectos sociales a largo plazo, o puede reconocer que el derecho de asilo, para seguir siendo legítimo y sostenible, debe integrarse en un marco claro de responsabilidad recíproca. Sin integración real, no hay futuro, ni para quienes llegan ni para las sociedades que acogen. Con esto concluye este episodio de Integración o ReInmigración.Gracias por escucharnos. Pueden profundizar en estos temas en el sitio www.reimmigrazione.com.Mi nombre es Fabio Loscerbo y les espero en el próximo episodio.
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