En este capítulo de Cable a Tierra nos acompaña Diana Ángel, actriz, cantante y una de las figuras más queridas de la televisión y el teatro en Colombia. Con tres décadas de carrera, Diana reflexiona sobre lo que ha significado crecer en el ojo público: desde ser reconocida en un país con solo tres canales hasta aprender a navegar la exposición mediática actual. Habla del reto de no dejar que ese ruido defina su identidad y del aprendizaje de permanecer transparente, responsable y, sobre todo, fiel a sí misma.

La conversación se adentra luego en la intimidad de sus quiebres emocionales: desde las heridas tempranas del abandono hasta la ruptura amorosa de 2018, una experiencia que la llevó a un dolor profundo, a la depresión y a sentirse completamente perdida. Diana comparte cómo el escenario, su familia y la música se convirtieron en sus salvavidas, y cómo aceptar que necesitaba ayuda; entrar a terapia, hablar, soltar la culpa y cómo transformar el cambio de su cuerpo, su voz y su manera de pensar por el dolor. De ese proceso nació una sanación real: entender que cambiar la energía y los pensamientos puede transformar la vida.

Diana también habla del duelo por la muerte de su padre y cómo ese dolor impactó a su hijo, su Cable a Tierra. Él ha sido quien la confronta con la responsabilidad de ser ejemplo, quien le recuerda quién es y quien la sostiene cuando la vida se tambalea.

Para ella, el arte es el lugar donde todo encuentra sentido: una herramienta de transformación colectiva, un espacio para unirnos y cuestionarlo todo.

En este episodio, nos acompaña la psicóloga y psicoterapeuta Juliana Peñaloza - parte de “Porque Quiero Estar Bien” un aliado de M3NTE colectivo que trabaja en la reducción de los estigmas en torno a la Salud Mental y busca hacerla más accesible para todos- quien aporta una mirada experta sobre la fragilidad de crecer en la esfera pública, la relación entre autoestima e infidelidad, la repetición de abandonos no sanados y el manejo de pensamientos intrusivos. Su guía ilumina el camino que Diana ha recorrido: cultivar la autocompasión, pedir ayuda, cuidarse con lo que da placer y reconocer que sanar es un proceso posible.

Este capítulo es una invitación a abrazar lo que duele sin miedo, a nombrar lo que pesa y a encontrar belleza incluso en el caos.

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