En un bosque en el que la soledad parecía impregnada, la brisa serpentea entre los árboles, se abría paso un guerrero joven envuelto en una capa larga y roja, desgastada en las puntas, que ocultaba su rostro bajo una capucha del mismo tono carmesí. Su mirada estaba fija en el suelo, como si buscara respuestas entre los innumerables secretos que aquel lugar oscuro guardaba celosamente. Mientras avanzaba con paso sigiloso, un águila real sobrevolaba en círculos, observándolo desde las alturas con ojos penetrantes.

El guerrero llevaba botas de cuero café, embarradas por el camino que había recorrido, y vestía una indumentaria ligera que le permitía moverse con agilidad. Sus guantes de cuero, también de color café, se ajustaban perfectamente a sus manos, listos para empuñar cualquier arma que necesitara en su misión.

Sin que él lo supiera, a lo lejos, oculta entre las sombras del bosque, se encontraba una mercenaria experta en el arte del asesinato. Había sido contratada específicamente para eliminar a este enigmático personaje, y sostenía en sus manos un arma extraordinaria de largo alcance que ella misma había fabricado. Este singular artefacto funcionaba a base de ceniza de dragón, un material tan letal como escaso. La tiradora, conocida como Sussette, era famosa por su habilidad para eliminar a sus objetivos a distancia con un solo disparo, sin haber fallado nunca en su carrera sangrienta.