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Cuando he llegado a la redacción esta mañana juro que pensaba que sería un día tranquilo. Pero entonces viene Almudena, mi jefa, y me ofrece un puesto que nadie en su sano juicio rechazaría, y yo por ahora me considero bastante cuerda.—Para que tú puedas ocupar ese puesto, alguien debe ocupar el tuyo—ha dicho después, y yo he pensado: joder, perfecto. Almudena me entrega el currículum de la chica que ha elegido para sustituirme.—Me fío de ti—he dicho rechazando leerlo.

La vida tranquila y rutinaria de Livy Templeton está a punto de saltar por los aires. Literalmente. Tras la muerte de su marido en un accidente de avioneta, Livy Templeton huye del bullicio de Londres y se traslada a una pequeña villa inglesa, Bishops Corner, donde nunca pasa nada. O casi nada. Durante una tarde aburrida de domingo, en medio de una intensa nevada, Livy ve la luz de una linterna en una ventana de la casa de enfrente. Lo cual, por sí solo, no es alarmante. Si no fuera porque la casa lleva dos años deshabitada.

De vuelta en Bishops Corner, la vida de Livy transcurre tranquila, más aburrida que nunca: lo más interesante que le ha pasado últimamente son las disputas con su casera, Mrs. McGinty. Hasta que Jack Owen vuelve al pueblo, y con él los problemas… y los cadáveres inesperados. Cuando Livy se encuentra con un asesinato —otro—, prácticamente a la puerta de su casa, se convierte en la principal sospechosa. Tampoco ayuda que no pueda recordar nada de la noche del crimen.

Desde que tengo consciencia de lo que ocurre a mi alrededor, comprendí que era un ser inmortal y eso siempre me gustó. Por años, desarrollé el instinto de ayudar a los humanos, con mis conocimientos y capacidad financiera. Si me lo preguntan, sí, era muy feliz, pero siempre sentí que algo me faltaba.

No es nada gracioso, pasar la vida eterna defendiendo el culo de los humanos, ni ser el mejor amigo de la realeza, esos que ahora son amenazados por otros tronos; y anudado a eso ahora debo sacrificar mi soledad para estar con alguien que parece ser una versión femenina de mí… esa que empiezo a detestar y que al mismo tiempo disfruto.