Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Auteur(s): Juan David Betancur Fernandez
  • Résumé

  • Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.
    © 2025 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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Épisodes
  • 657. La madre y el dragón (Infantil)
    May 10 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez En un lejano reino una mujer llamada llamada Isabel que desafortunadamente había quedado viuda con una niña pequeña llamada, Sofía. Isabel era conocida por su sabiduría en toda la región pero en especial se reconocia su amor incondicional hacia Sofía. La vida en el reino era pacífica y feliz, hasta que un día, un temible dragón apareció en el horizonte, sembrando el caos y el miedo entre sus habitantes.

    El dragón, con sus escamas brillantes y sus ojos ardientes, volaba sobre el reino, lanzando llamaradas que destruían todo a su paso. Sus rugidos resonaban como truenos, y su aliento de fuego convertía los campos en cenizas. Isabel, al ver el peligro inminente, tomó a Sofía de la mano y corrieron hacia el bosque cercano. Sabía que debían encontrar un lugar seguro para esconderse. Mientras corrían, Isabel le contaba a Sofía historias de valentía y esperanza para mantenerla tranquila.

    El bosque era denso y oscuro, con árboles altos que bloqueaban la luz del sol. Isabel conocía un lugar secreto: una cueva oculta detrás de una cascada. Había descubierto la cueva cuando era niña y sabía que sería el refugio perfecto. Sin embargo, el camino hacia la cueva era difícil y lleno de obstáculos, con raíces traicioneras y rocas afiladas.

    Mientras avanzaban, Sofía tropezó con una raíz y se lastimó el pie. El dolor era intenso y no podía caminar. Isabel, sin dudarlo, y haciendo un gran esfuerzo que solo una madre puede hacer la cargó en sus brazos. Aunque estaba cansada y el camino era empinado, el amor por su hija le daba la fuerza necesaria para seguir adelante. Cada paso era una lucha, pero Isabel no se rendía.

    La noche cayó y el bosque se llenó de sonidos inquietantes: el ulular de los búhos, el crujido de las ramas y el lejano rugido del dragón. Isabel, con Sofía en brazos, avanzaba con cuidado, evitando al dragón que patrullaba la zona desde el cielo. Finalmente, llegaron a la cascada. El rugido del agua era ensordecedor, pero Isabel sabía que detrás de esa cortina de agua estaba su salvación.

    Con gran esfuerzo, Isabel cruzó la cascada y entró en la cueva. Estaban a salvo, al menos por el momento. Isabel encendió una pequeña vela que llevaba consigo y revisó el pie de Sofía. Aunque estaba hinchado y dolorido, no parecía estar roto. Isabel improvisó una venda con un trozo de tela y le dijo a Sofía que descansara.

    Pasaron varios días en la cueva. Isabel salía en busca de comida y agua, siempre con cuidado de no ser vista por el dragón. Mientras tanto, Sofía se recuperaba lentamente. Isabel le contaba historias y le enseñaba sobre las plantas y los animales del bosque para mantener su ánimo alto. Le hablaba de cómo los árboles se comunicaban entre sí y cómo las estrellas guiaban a los viajeros perdidos.

    Finalmente, el dragón se cansó de dar vueltas alrededor de la zona y decidio volar a otra región El peligro pasó y Isabel y Sofía pudieron regresar a su hogar. El reino estaba en ruinas, pero la gente comenzó a reconstruirlo con esperanza y determinación. Sofía, agradecida por el amor y la valentía de su madre, le dijo: "Gracias, mamá. Tu amor me ha salvado."

    Isabel sonrió y respondió: "Siempre te protegeré, hija. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier peligro."

    Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, el dragón regresó, esta vez con una actitud diferente. En lugar de atacar, el dragón se posó frente a Isabel y Sofía y habló con una voz profunda y resonante: "Mujer te he visto como cargabas a tu hija hasta la cueva detrás de la cascada He visto el amor y la valentía que has mostrado y con ello has regresado mi confianza en los hombres a los que consideraba viles y cruel. Ya

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  • 656. La amiga miseria
    May 7 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    En un pequeño pueblo rodeado de colinas secas y campos agrietados por el sol, vivía un matrimonio de campesinos con muchos hijos. Eran tan pobres que apenas tenían qué comer. Su casita, hecha de barro y madera vieja, crujía con cada viento fuerte, y el humo de la chimenea salía como un suspiro cansado.

    La tierra que cultivaban era dura y estéril. Por más que sembraban, nada crecía. La vaca, vieja y flaca, ya no daba leche. Los cerdos, que alguna vez fueron su esperanza, no engordaban ni aunque les dieran de comer tres veces al día. Y como si eso no fuera suficiente, el alcalde del pueblo —un hombre rico, arrogante y de corazón de piedra— no dejaba de atormentarlos.

    Un día les exigía pagar impuestos que no podían costear. Otro día, les quitaba una cabra diciendo que había comido pasto de un campo ajeno. Y como castigo, el campesino tenía que trabajar toda la semana para el dueño de esa tierra, sin recibir ni una moneda a cambio.

    Una noche, mientras todos dormían, el campesino se quedó despierto, mirando el techo agujereado de su casa. Escuchaba el viento colarse por las rendijas y el suave respirar de sus hijos. Con un suspiro profundo, pensó:

    —No puedo seguir así. Esta vida es demasiado dura. Es mejor que nos vayamos a otro lugar. No creo que la miseria se venga con nosotros.

    A la mañana siguiente, sin decir mucho, comenzó a preparar el traslado. Cargó en un viejo carro todo lo que tenían: una olla abollada, una manta con remiendos, un par de sillas cojas y una caja con algunas herramientas. Enganchó a la vaca, que caminaba con lentitud, y justo cuando estaban por partir, una voz aguda y temblorosa salió de la chimenea:

    —¡Espera, campesino! ¡No me dejes aquí!

    El campesino se detuvo en seco. De la chimenea comenzó a salir una figura extraña, como una sombra sin forma, que se arrastraba con dificultad. Tenía dedos largos y huesudos, y su voz era como el crujido de las ramas secas.

    —¿Y tú quién eres? —preguntó el campesino, con los ojos muy abiertos.

    —Soy la Miseria —dijo la figura—. He vivido tantos años contigo que ya te considero parte de mi familia. No me puedes dejar aquí sola. Quiero ir contigo, donde sea que vayas.

    El campesino se rascó la oreja, pensativo.
    «¡Vaya por Dios! Me quiero escapar de la miseria y ahora resulta que quiere venirse conmigo como si fuera una amiga de toda la vida.»

    Pero entonces, se le ocurrió una idea.

    —Está bien —dijo en voz alta—. Puedes venir con nosotros. Pero antes, ¿me ayudas a cargar una tabla pesada que está en el fondo del patio?

    —Claro, claro —respondió la Miseria, arrastrándose hasta el muro donde estaba apoyada una gruesa tabla de encina.

    El campesino tomó un hacha y la clavó en una raja de la tabla.
    —Mira —le dijo—, tú tira del hacha de ese lado, y yo del otro.

    La Miseria, confiada, metió sus dedos largos en la raja. En ese momento, el campesino retiró el hacha con rapidez. ¡Zas! La tabla se cerró de golpe, atrapando los dedos de la Miseria.

    —¡Ay, ay, ay! —gritó la Miseria—. ¡Suéltame! ¡Esto duele!

    Pero el campesino no le hizo caso. Subió al carro, dio un chasquido a la vaca, y se alejó a toda prisa, dejando atrás los lamentos de la Miseria.

    Desde ese día, todo cambió. En medio del camino, encontró una bolsa llena de monedas de oro. Con ese dinero, compró una granja en un país lejano, donde la tierra era fértil, los animales sanos y el cielo siempre azul. En pocos años, se convirtió en el campesino más rico y respetado de la región. Sus hijos crecieron fuertes y felices, y la miseria nunca más volvió a tocar su puerta.

    ¿Y qué pasó con la Miseria?

    Pues bien, poco después de que el campesino

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  • 655. El juego de pelota (Maya Mexico)
    May 5 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había unva vez en el mundo maya en lo que hoy es yucatan Mexico dos dioese llamados Hun Hunahpú, y Vucub Hunahpú, que bajaban a la tierra para jugar a la pelota. Los dos dioses pasaban la eternidad jugando a la pelota y sin saberlo producían mucho ruido. En el inframundo donde vivían los señores de la oscuridad el ruido producido por la pelota les causa mucha irritación y para solucionar esto llamaron a los dos hermanos a que descendieran para allí ser probados.

    La invitación realmente era una excusa para castigar a los dos jóvenes dioses, así que en el camino al inframundo capturaron a los dos dioses y después de someterlos a pruebas muy crueles los sacrificaron.

    Pero lo que no sabían los señores de Xibalba que era como se llamaba el inframundo era que Hun Hunahpu había encontrado una doncella en el inframundo llamada Ixquic y que antes de ser ejecutado había dejado embarazada.

    La joven embarazada subio a la tierra y allí permaneció hasta que dio a luz a un par de gemelos que salieron igualitos a su padre Hun Hunahpu. La doncella llamo a sus hijos Xbalanqué y Hunahpú.

    Un día los dos muchachos estaban en el campo y cazaron un ratón. El ratón les pidió que lo dejaran ir pero ellos se negaron así que les dijo.

    Les dire un gran secreto si me dejan ir. Los gemelos lo soltaron y antes de salir corriendo el ratón les dijo. Ustedes son jugadores de pelota. Su padre y su tio fueron atrapados y traicionados en el inframundo. Su deber es aprender a jugar a la pelota y así podrán vengar a la familia

    Al llegar a casa los muchachos preguntaron que era el juego de pelota, pero su madre les dijo que si jugaban los monstruos del inframundo podrían quitarle la vida.

    La pelota estaba en lo alto de su casa pegada al techo imposible de alcanzar, por lo que los muchachos aprovecharon que su madre había salido a traer agua para llamar al ratón y le pidieron que subiera al techo y cortara las ataduras que sostenían la pelota en el techo. El ratón agradecido subio diestramente como solo los ratones lo saben hacer. Y con sus dientes corto las cuerdas.

    La pelota se precipito y hunahpu la recibió entre sus manos e inmediatamente comenzaron a jugar a la pelota.

    Tanto en presencia física como en su gusto por el juego de pelota. Y de nuevo emprendieron a jugar como lo había hecho su padre y su tio. Y como había sucedido anteriormente el sonido de la pelota de nuevo irritaba a los amos del inframundo quienes decidieron invitar a los gemelos al inframundo.

    Los monstruos de el inframundo enviaron un gavilan con la invitación.

    Los gemelos crecieron con habilidades extraordinarias, y se dice que cuando supieron del destino de su padre, habían decidido vengarlo y restaurar el equilibrio del mundo. Así qu aceptaron el desafío de los señores de Xibalbá y emprendieron el peligroso viaje al inframundo.

    En su camino, los gemelos enfrentaron muchas trampas y pruebas ya que les toco enfrentar a un ser llamado siete guacamayo que era tenía el poder sobre el sol y la luna. Y que tenía la presencia de 7 seres guacamayos juntos Los hermanos usando sus cerbatanas lanzaron sus puyas hasta matar a cada una de las 7 guacamayas que existían en siete guacamayo. Luego llegaron a las puertas del inframundo donde hay cuatro senderos uno real y los otros tres imaginarios. Se sentaron a esperar hasta que vieron salir humo por uno de ellos y supieron que ese era el real.

    Entrando al inframundo entraron a una cueva oscura donde un monstruo les entrego una par de antorchas con la advertencia de que podrían usarlas pero debian regresarlas como las h

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