Épisodes

  • 657. La madre y el dragón (Infantil)
    May 10 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez En un lejano reino una mujer llamada llamada Isabel que desafortunadamente había quedado viuda con una niña pequeña llamada, Sofía. Isabel era conocida por su sabiduría en toda la región pero en especial se reconocia su amor incondicional hacia Sofía. La vida en el reino era pacífica y feliz, hasta que un día, un temible dragón apareció en el horizonte, sembrando el caos y el miedo entre sus habitantes.

    El dragón, con sus escamas brillantes y sus ojos ardientes, volaba sobre el reino, lanzando llamaradas que destruían todo a su paso. Sus rugidos resonaban como truenos, y su aliento de fuego convertía los campos en cenizas. Isabel, al ver el peligro inminente, tomó a Sofía de la mano y corrieron hacia el bosque cercano. Sabía que debían encontrar un lugar seguro para esconderse. Mientras corrían, Isabel le contaba a Sofía historias de valentía y esperanza para mantenerla tranquila.

    El bosque era denso y oscuro, con árboles altos que bloqueaban la luz del sol. Isabel conocía un lugar secreto: una cueva oculta detrás de una cascada. Había descubierto la cueva cuando era niña y sabía que sería el refugio perfecto. Sin embargo, el camino hacia la cueva era difícil y lleno de obstáculos, con raíces traicioneras y rocas afiladas.

    Mientras avanzaban, Sofía tropezó con una raíz y se lastimó el pie. El dolor era intenso y no podía caminar. Isabel, sin dudarlo, y haciendo un gran esfuerzo que solo una madre puede hacer la cargó en sus brazos. Aunque estaba cansada y el camino era empinado, el amor por su hija le daba la fuerza necesaria para seguir adelante. Cada paso era una lucha, pero Isabel no se rendía.

    La noche cayó y el bosque se llenó de sonidos inquietantes: el ulular de los búhos, el crujido de las ramas y el lejano rugido del dragón. Isabel, con Sofía en brazos, avanzaba con cuidado, evitando al dragón que patrullaba la zona desde el cielo. Finalmente, llegaron a la cascada. El rugido del agua era ensordecedor, pero Isabel sabía que detrás de esa cortina de agua estaba su salvación.

    Con gran esfuerzo, Isabel cruzó la cascada y entró en la cueva. Estaban a salvo, al menos por el momento. Isabel encendió una pequeña vela que llevaba consigo y revisó el pie de Sofía. Aunque estaba hinchado y dolorido, no parecía estar roto. Isabel improvisó una venda con un trozo de tela y le dijo a Sofía que descansara.

    Pasaron varios días en la cueva. Isabel salía en busca de comida y agua, siempre con cuidado de no ser vista por el dragón. Mientras tanto, Sofía se recuperaba lentamente. Isabel le contaba historias y le enseñaba sobre las plantas y los animales del bosque para mantener su ánimo alto. Le hablaba de cómo los árboles se comunicaban entre sí y cómo las estrellas guiaban a los viajeros perdidos.

    Finalmente, el dragón se cansó de dar vueltas alrededor de la zona y decidio volar a otra región El peligro pasó y Isabel y Sofía pudieron regresar a su hogar. El reino estaba en ruinas, pero la gente comenzó a reconstruirlo con esperanza y determinación. Sofía, agradecida por el amor y la valentía de su madre, le dijo: "Gracias, mamá. Tu amor me ha salvado."

    Isabel sonrió y respondió: "Siempre te protegeré, hija. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier peligro."

    Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, el dragón regresó, esta vez con una actitud diferente. En lugar de atacar, el dragón se posó frente a Isabel y Sofía y habló con una voz profunda y resonante: "Mujer te he visto como cargabas a tu hija hasta la cueva detrás de la cascada He visto el amor y la valentía que has mostrado y con ello has regresado mi confianza en los hombres a los que consideraba viles y cruel. Ya

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  • 656. La amiga miseria
    May 7 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    En un pequeño pueblo rodeado de colinas secas y campos agrietados por el sol, vivía un matrimonio de campesinos con muchos hijos. Eran tan pobres que apenas tenían qué comer. Su casita, hecha de barro y madera vieja, crujía con cada viento fuerte, y el humo de la chimenea salía como un suspiro cansado.

    La tierra que cultivaban era dura y estéril. Por más que sembraban, nada crecía. La vaca, vieja y flaca, ya no daba leche. Los cerdos, que alguna vez fueron su esperanza, no engordaban ni aunque les dieran de comer tres veces al día. Y como si eso no fuera suficiente, el alcalde del pueblo —un hombre rico, arrogante y de corazón de piedra— no dejaba de atormentarlos.

    Un día les exigía pagar impuestos que no podían costear. Otro día, les quitaba una cabra diciendo que había comido pasto de un campo ajeno. Y como castigo, el campesino tenía que trabajar toda la semana para el dueño de esa tierra, sin recibir ni una moneda a cambio.

    Una noche, mientras todos dormían, el campesino se quedó despierto, mirando el techo agujereado de su casa. Escuchaba el viento colarse por las rendijas y el suave respirar de sus hijos. Con un suspiro profundo, pensó:

    —No puedo seguir así. Esta vida es demasiado dura. Es mejor que nos vayamos a otro lugar. No creo que la miseria se venga con nosotros.

    A la mañana siguiente, sin decir mucho, comenzó a preparar el traslado. Cargó en un viejo carro todo lo que tenían: una olla abollada, una manta con remiendos, un par de sillas cojas y una caja con algunas herramientas. Enganchó a la vaca, que caminaba con lentitud, y justo cuando estaban por partir, una voz aguda y temblorosa salió de la chimenea:

    —¡Espera, campesino! ¡No me dejes aquí!

    El campesino se detuvo en seco. De la chimenea comenzó a salir una figura extraña, como una sombra sin forma, que se arrastraba con dificultad. Tenía dedos largos y huesudos, y su voz era como el crujido de las ramas secas.

    —¿Y tú quién eres? —preguntó el campesino, con los ojos muy abiertos.

    —Soy la Miseria —dijo la figura—. He vivido tantos años contigo que ya te considero parte de mi familia. No me puedes dejar aquí sola. Quiero ir contigo, donde sea que vayas.

    El campesino se rascó la oreja, pensativo.
    «¡Vaya por Dios! Me quiero escapar de la miseria y ahora resulta que quiere venirse conmigo como si fuera una amiga de toda la vida.»

    Pero entonces, se le ocurrió una idea.

    —Está bien —dijo en voz alta—. Puedes venir con nosotros. Pero antes, ¿me ayudas a cargar una tabla pesada que está en el fondo del patio?

    —Claro, claro —respondió la Miseria, arrastrándose hasta el muro donde estaba apoyada una gruesa tabla de encina.

    El campesino tomó un hacha y la clavó en una raja de la tabla.
    —Mira —le dijo—, tú tira del hacha de ese lado, y yo del otro.

    La Miseria, confiada, metió sus dedos largos en la raja. En ese momento, el campesino retiró el hacha con rapidez. ¡Zas! La tabla se cerró de golpe, atrapando los dedos de la Miseria.

    —¡Ay, ay, ay! —gritó la Miseria—. ¡Suéltame! ¡Esto duele!

    Pero el campesino no le hizo caso. Subió al carro, dio un chasquido a la vaca, y se alejó a toda prisa, dejando atrás los lamentos de la Miseria.

    Desde ese día, todo cambió. En medio del camino, encontró una bolsa llena de monedas de oro. Con ese dinero, compró una granja en un país lejano, donde la tierra era fértil, los animales sanos y el cielo siempre azul. En pocos años, se convirtió en el campesino más rico y respetado de la región. Sus hijos crecieron fuertes y felices, y la miseria nunca más volvió a tocar su puerta.

    ¿Y qué pasó con la Miseria?

    Pues bien, poco después de que el campesino

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  • 655. El juego de pelota (Maya Mexico)
    May 5 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había unva vez en el mundo maya en lo que hoy es yucatan Mexico dos dioese llamados Hun Hunahpú, y Vucub Hunahpú, que bajaban a la tierra para jugar a la pelota. Los dos dioses pasaban la eternidad jugando a la pelota y sin saberlo producían mucho ruido. En el inframundo donde vivían los señores de la oscuridad el ruido producido por la pelota les causa mucha irritación y para solucionar esto llamaron a los dos hermanos a que descendieran para allí ser probados.

    La invitación realmente era una excusa para castigar a los dos jóvenes dioses, así que en el camino al inframundo capturaron a los dos dioses y después de someterlos a pruebas muy crueles los sacrificaron.

    Pero lo que no sabían los señores de Xibalba que era como se llamaba el inframundo era que Hun Hunahpu había encontrado una doncella en el inframundo llamada Ixquic y que antes de ser ejecutado había dejado embarazada.

    La joven embarazada subio a la tierra y allí permaneció hasta que dio a luz a un par de gemelos que salieron igualitos a su padre Hun Hunahpu. La doncella llamo a sus hijos Xbalanqué y Hunahpú.

    Un día los dos muchachos estaban en el campo y cazaron un ratón. El ratón les pidió que lo dejaran ir pero ellos se negaron así que les dijo.

    Les dire un gran secreto si me dejan ir. Los gemelos lo soltaron y antes de salir corriendo el ratón les dijo. Ustedes son jugadores de pelota. Su padre y su tio fueron atrapados y traicionados en el inframundo. Su deber es aprender a jugar a la pelota y así podrán vengar a la familia

    Al llegar a casa los muchachos preguntaron que era el juego de pelota, pero su madre les dijo que si jugaban los monstruos del inframundo podrían quitarle la vida.

    La pelota estaba en lo alto de su casa pegada al techo imposible de alcanzar, por lo que los muchachos aprovecharon que su madre había salido a traer agua para llamar al ratón y le pidieron que subiera al techo y cortara las ataduras que sostenían la pelota en el techo. El ratón agradecido subio diestramente como solo los ratones lo saben hacer. Y con sus dientes corto las cuerdas.

    La pelota se precipito y hunahpu la recibió entre sus manos e inmediatamente comenzaron a jugar a la pelota.

    Tanto en presencia física como en su gusto por el juego de pelota. Y de nuevo emprendieron a jugar como lo había hecho su padre y su tio. Y como había sucedido anteriormente el sonido de la pelota de nuevo irritaba a los amos del inframundo quienes decidieron invitar a los gemelos al inframundo.

    Los monstruos de el inframundo enviaron un gavilan con la invitación.

    Los gemelos crecieron con habilidades extraordinarias, y se dice que cuando supieron del destino de su padre, habían decidido vengarlo y restaurar el equilibrio del mundo. Así qu aceptaron el desafío de los señores de Xibalbá y emprendieron el peligroso viaje al inframundo.

    En su camino, los gemelos enfrentaron muchas trampas y pruebas ya que les toco enfrentar a un ser llamado siete guacamayo que era tenía el poder sobre el sol y la luna. Y que tenía la presencia de 7 seres guacamayos juntos Los hermanos usando sus cerbatanas lanzaron sus puyas hasta matar a cada una de las 7 guacamayas que existían en siete guacamayo. Luego llegaron a las puertas del inframundo donde hay cuatro senderos uno real y los otros tres imaginarios. Se sentaron a esperar hasta que vieron salir humo por uno de ellos y supieron que ese era el real.

    Entrando al inframundo entraron a una cueva oscura donde un monstruo les entrego una par de antorchas con la advertencia de que podrían usarlas pero debian regresarlas como las h

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  • 654. El espejo (Japón)
    May 3 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo del Japón llamado Matsuyama, situado en la provincia japonesa de Echigo, Allí en aquel pueblo vivía una pareja de jóvenes campesinos que habían pasado toda su vida cultivando para sobrevivir. La pareja tenía una pequeña niña y Su vida giraba en torno a su pequeña quien era la luz y alegría de sus días. Un día, el esposo tuvo que emprender un viaje a la capital para resolver unos asuntos importantes y con tristeza de despidió de su esposa y su hija. Nunca había salido de su pequeña parcela pero el asunto requería que fuera a la capital. La esposa, preocupada por la distancia y el desconocido mundo que su marido iba a enfrentar, se sintió aliviada cuando él le prometió regresar lo antes posible y traer hermosos regalos para ella y su hija.

    El tiempo pasó lentamente para la esposa, cada día parecía una eternidad. Ella y su pequeña niña se sentaban al atardecer a esperar ver a su esposo y padre, pero pasaron muchos días sin saber de su paradero. Finalmente, después de una larga espera, vio a su esposo regresar. La alegría llenó su corazón al verlo sano y salvo. El esposo llego feliz y deseoso de contarle a su esposa de las maravillas que había visto en la capital. Y rápidamente se sentó a relatarle las increíbles experiencias y las cosas extraordinarias que había visto en la capital, mientras su hija jugaba feliz con los juguetes que él le había traído.

    "Para ti," dijo el esposo a su mujer, "te he traído un regalo muy especial que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro."

    El regalo era un objeto redondo, blanco por un lado, adornado con delicados pájaros y flores, y por el otro, muy brillante y terso hecho de un metal muy pulido.. La esposa, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven alegre que no conocía en la imagen que reflejaba aquel metal maravilloso. El esposo se echó a reír al ver la expresión de asombro en el rostro de su esposa.

    "¿Qué ves?" le preguntó con una sonrisa traviesa.

    "Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme." Esto debe ser magia. Nunca había visto a esta joven.

    "Querida," dijo el esposo, "lo que ves es tu propio rostro reflejado en esta lámina de metal Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy común." Es algo que nunca habíamos visto y que ciertamente puede causar impresión ya que nunca nos habíamos mirado a un espejo.

    La esposa quedó encantada con aquel maravilloso regalo. Lo guardó con sumo cuidado en una cajita y solo de vez en cuando lo sacaba para contemplarse. Le costaba trabajo reconocer en aquella imagen su propia imagen así que también le causaba un poco de temor mirarse.

    Pasaron los años y la niña hija de los dos creció, convirtiéndose en una hermosa y cariñosa joven que cada vez se parecía más a su madre. Sin embargo, la madre nunca le mostró el espejo ni le habló de él, para que no se vanagloriara de su propia belleza. Incluso el padre olvidó el espejo, ya que este estaba bien guardado en la cajita de su esposa..

    Un día, la madre enfermó gravemente. A pesar de los cuidados y atenciones de su esposo e hija, su salud empeoró. Comprendiendo que la muerte se acercaba, llamó a su hija y le pidió que trajera la cajita donde guardaba el espejo. Con voz suave y amorosa, le dijo:

    "Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté contigo, espera diez anos y abre esta caja y allí encontraras un objeto mágico míralo y allí me podras ver y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti."

    Al morir la madre, la joven obedientemente espero los diez años que su madre le había pedido y fi

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  • 653. La pata sola (leyenda Colombia)
    Apr 30 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en la región del Tolima Grande en Colombia un campesino que tenía una esposa muy hermosa con la que tuvo tres hijos. Aquel campesino trabajaba en una hacienda muy grande cuyo dueño era un señor soltero que había vivido siempre y que por azares de la vida no había podido conseguir esposa. El dueño de la hacienda, deseando encontrar una esposa, le pidió a uno de sus vaqueros de confianza que fuera a la quebrada y escogiera a la más bella de las lavandera y le trajera el dato de quien era. El vaquero observó a todas detenidamente y distinguió a la esposa de su compañero y amigo, quien era la más joven y hermosa. Era tan bella que la luz de la luna no se comparaba con su piel y sus ojos eran de un verde esmeralda.. El vaquero regresó y le dio al patrón toda la información sobre la mujer.

    Paso el tiempo y Durante una de las "vaquerías", el esposo de la bella mujer se quejó al vaquero de que su esposa estaba fría y menos cariñosa, y que ya no le arreglaba la ropa con el mismo cuidado de antes. Además Vivía de mal genio y nunca quería estar con el. El vaquero, conocedor del secreto, le contó la historia de como el patrón sabía de su mujer y le pidió perdón por llevarle el dato de la mujer a su jefe. El esposo, entristecido y traicionado, agradeció a su compañero por su franqueza y se fue a pensar a solas sobre el asunto.

    El esposo planeó una forma de enterarse que estaba realmente sucediendo y le dijo a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba a comprar unos alimentos para los animales y que no regresaría esa noche. Se despidió de ella y de sus hijos, montó su caballo y salió por diversos lugares para matar el tiempo esperando que cayera la noche. Llegó a la cantina y bebió unos tragos de aguardiente. A las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte a espiar a su mujer.

    A las diez de la noche, la mujer, viendo que su marido no llegaba, salió de su casa y tomo el camino que llevaba a la hacienda del patrón El marido, al ver que la mujer se dirigía por el camino a la casa grande de su jefe, salió de su escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. A la madrugada, la mujer infiel llegó tranquila y serena. El esposo le preguntó de dónde venía, y ella le contestó que de lavar unas ropitas. "¿De noche?", dijo su marido yo no te puede creer eso. Sin embargo deseaba confirmar lo que ya sospechaba.

    A los pocos días, el esposo inventó otro viaje. Montó su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se escondió en la platanera frente a su casa. Esa noche, la mujer no salió, pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo.

    El enfurecido esposo, viendo todo, brincó con el machete en alto y, sin dar tiempo al enamorado de librarse del abrazo, le quitó la vida con un solo machetazo. La mujer, horrorizada, quiso huir, pero el marido le dio un tremendo machetazo a la cadera que la dejó sin una pierna. Ambos murieron casi a la misma hora. Al vaquero lo enviaron a la cárcel, pero cuando salió, volvió por sus tres hijos y le prendió fuego a la casa.

    En la región esta historia creo mucha preocupación porque se dice que a partir de aquel momento una presencia maligna achecha a aquellos que viajan solos por los bosques y las praderas . Se dice que una mejer con una sola pierna vive entre los matorrales de la selva y en las cumbres de la llanura. Algunos dicen que es una mujer bellísima que llama a los hombres solitarios en el bosque y los atrae para enamorarlos

    Sin embargo, avanza hacia la oscuridad de

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  • 652. Las manos mágicas
    Apr 28 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez una niña que creía en la magia. Esta niña había visto como las manos de su madre hacían magia real. Real. Cuando la niña tenía fiebre y estaba acostada en su cama veía como su madre se acercaba a ella y abrazándola con el amor que solo una madre puede tener la curaba de sus dolencias. Inmediatamente la niña sentía como su malestar comenzaba a desaparecer y al día siguiente ya podía levantarse de su cama y jugar con sus muñecas. Cuando algo le dolía las manos mágicas de su madre la acariciaban tiernamente y el dolor y la hinchazón empezaban a desaparecer.

    Su madre tenía el poder curativo en sus manos y ella lo sabía.

    Un día la niña se acercó a su madre y le dijo al oído.

    Mami yo sé que tú eres un ser mágico. Se que tus manos tienen algo extraño que me hace curar mis dolores y mis fiebres. Dime que es.

    La madre simplemente sonrió y mientras le acariciaba su pelo le dijo. Mi amor algún día te contare el secreto que ha pasado de generación en generación desde mi tu bisabuelo. Por ahora siente que tu bisabuelo te esta cuidando.

    La niña que obviamente nunca conoció a su bisabuelo no entendió lo que su madre quería decirle, pero se fue a jugar sabiendo que llegaría el día en que su madre le contaría aquel secreto.

    Pasaron los días y los meses y los años y cuando la niña ya tenía casi diez años se acercó de nuevo a la mama y con voz decidida le dijo.

    Mama ya casi voy a cumplir mis diez años y ya soy grande para entender muchas cosas, incluso aquel secreto que hace algunos años me dijiste que me dirías sobre la magia que hay en tus manos.

    La madre que sabía que ese día llegaría se sentó en su silla preferida y llamando a su hija para que se sentara junto a ella le dijo.

    Mi amor. Ya eres grande y sabrás comprender lo que te voy a contar. Efectivamente mis manos tienen el don de curar a mis seres queridos y en especial a ti.

    Pero mis manos son como las manos de otro ser humano cualquiera. La capacidad de curarte en tus momentos de fiebre o golpes viene de una protección que tu bisabuelo me regalo y que como podrás ver ha sido muy efectiva.

    Mama …. Dijo la niña. Mi bisabuelo pero como es posible eso.

    Es posible y te voy a contar la historia.

    Tu bisabuelo era un hombre muy bueno y justo y yo tuve el placer de conocerlo cuando era muy pequeña ya que era mi abuelo y cuando lo visitábamos se sentaba conmigo en el suelo y me contaba cuentos. Muchos muchos cuentos. Tu bisabuelo tenía una mirada limpia y una risa contagiosa. Pero además tenía algo que era relativamente común en aquellas épocas y que ahora no se usa.

    Mama y que era eso que el tenía.

    La madre sonriendo dijo. Tu abuelo tenía un par de dientes de oro.

    De oro…. De veras como es posible eso.

    La madre sonrió de nuevo y acariciando a su hija le señaló sus dientes blancos. Anteriormente cuando las personas perdían un diente muchas veces se los reemplazaban por dientes hechos de oro. Y tu abuelo entre sus dientes tenía dientes dorados, hermosos y brillantes. Tan brillantes que yo me maravillaba de verlo sonreír cuando estaba conmigo. Yo curiosa tocaba sus dientes de oros y el jugaba conmigo a morderme mis deditos. Era muy divertido y además nos reíamos mucho. Yo amaba a tu bisabuelo y siempre iba a visitarlo cuando podía.

    Pero con el paso de los años los dientes de oro fueron reemplazados por dientes artificiales y el dentista de tu bisabuelo le sugirió un cambio de dientes por otros que fueran blancas. Mi abuelo le dijo a mi mama tu abuela que el aceptaría removerse los dientes de oro y ser reemplazados por otros blancos únicamente si esos dientes se guardar

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  • 651. El hombre mosquito (Bolivia)
    Apr 7 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Hace muchos años, en un pequeño y tranquilo pueblo, vivía un hombre llamado Juan. Juan era conocido por ser amable y trabajador, y estaba casado con una mujer llamada María, quien era muy querida por todos en el pueblo. Sin embargo, Juan tenía un secreto oscuro que nadie conocía: cada noche, cuando el sol se ocultaba y la luna brillaba en el cielo, Juan se transformaba en un mosquito.

    Durante el día, Juan llevaba una vida normal, trabajando en los campos y compartiendo momentos felices con María. Pero cuando la noche caía, su cuerpo cambiaba y se convertía en un pequeño insecto con alas, atraído irresistiblemente por la sangre. Cada noche, Juan volaba hacia su esposa y, sin poder contenerse, la picaba para alimentarse de su sangre.

    María, sin saber lo que ocurría, despertaba cada mañana con ronchas dolorosas en su piel. Al principio, pensó que eran simples picaduras de insectos, pero con el tiempo, comenzó a sentirse cada vez más débil. Su salud se deterioraba rápidamente; había perdido mucho peso, su piel se había vuelto amarilla y sus fuerzas la abandonaban. A pesar de su estado, Juan continuaba picándola cada noche, incapaz de resistir la tentación.

    Finalmente, María cayó gravemente enferma. Su fiebre era alta y no mejoraba con los remedios tradicionales. Los días pasaban y su condición empeoraba, hasta que un fatídico día, María murió. Juan estaba devastado por la pérdida de su amada esposa, y el pueblo entero se sumió en la tristeza. Nadie entendía la causa de su muerte, así que los aldeanos decidieron investigar.

    Con el tiempo, Juan comenzó a ponerse cada vez más nervioso. La gente del pueblo notó su comportamiento extraño y empezó a sospechar de él, especialmente cuando otros habitantes comenzaron a despertar con ronchas similares a las de María. Desesperados por encontrar respuestas, los aldeanos acudieron a un brujo conocido por sus conocimientos sobre lo sobrenatural.

    En el pequeño pueblo, el brujo era conocido por sus vastos conocimientos sobre lo sobrenatural y lo oculto. Vivía en una cabaña apartada, rodeada de hierbas medicinales y objetos místicos que utilizaba en sus rituales.

    El brujo había heredado sus habilidades de sus ancestros, quienes también habían sido curanderos y sabios. Desde joven, había mostrado un talento especial para comunicarse con los espíritus y entender los secretos de la naturaleza. La gente del pueblo acudía a él en busca de ayuda para curar enfermedades, resolver problemas y protegerse de las fuerzas malignas.

    El brujo, tras escuchar las preocupaciones de la gente, realizó un ritual para descubrir la verdad. Les dijo que la causa de las ronchas y enfermedades era un insecto pequeño, molesto, con alas, que se alimentaba de sangre. Finalmente, reveló que el insecto era Juan, el hombre que había matado a su esposa. El brujo no solo reveló la identidad del culpable, sino que también les dio la solución para acabar con él. Sabía que Juan, en su forma de mosquito, no podía ser derrotado por medios convencionales.

    Después de que el brujo revelara la verdad sobre Juan, los aldeanos se sintieron traicionados y llenos de ira. Decidieron que debían capturar a Juan y hacer justicia por la muerte de María y las enfermedades que estaban sufriendo. Se organizaron en grupos y comenzaron a buscarlo por todo el pueblo y sus alrededores.

    Juan, consciente de que su secreto había sido descubierto, intentó esconderse. Pasó la noche en un lugar apartado, esperando que la furia de los aldeanos se calmara. Sin embargo, al día siguiente, Juan decidió regresar al pueblo, pensando que podría explicar su situación y pedir perdón.

    Cuando los aldeanos vieron a Juan, lo

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  • 650. La mosca en la copa (infantil Japón)
    Apr 5 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en En el Japón feudal hace muchos cientos de anos un señor feudal llamado Hansaemón. Hanasemon era un daimyo, un noble guerrero que de acuerdo a su noble estirpe gobernaba sobre vastas tierras y tenía numerosos vasallos. Su castillo, construido en lo alto de una colina, estaba rodeado de jardines zen y bosques de bambú, reflejando la belleza y serenidad de la naturaleza japonesa. El castillo, con sus torres y muros de piedra, era un símbolo de poder y protección y todos en las tierras alrededor lo veneraban.

    Una noche, durante el festival de la cosecha, el señor Hansaemón organizó un gran banquete en el salón principal de su castillo. Las paredes del salón estaban decoradas con biombos pintados con escenas de la vida samurái y la naturaleza. Los invitados, vestidos con elegantes kimonos de seda, disfrutaban de una variedad de platos tradicionales acompañados de sake servido en delicadas copas de porcelana.

    El sake, un símbolo de hospitalidad y refinamiento, era preparado con arroz cultivado en los campos del daimyo y fermentado siguiendo técnicas ancestrales. A todos los invitados las copas llenas de sake les ofrecia el mayor de los placeres ya que pronto sentían un alivio de sus preocupaciones diarias. Mientras el señor Hansaemón bebía su sake con gran entusiasmo, pasaba por allí una mosca, que atraída por el aroma dulce del vino de arroz, se dejo caer dentro de la copa de aquel señor feudal . Sin darse cuenta el señor Hansaemón acercó sus labios a la copa y con un movimiento rapido bebio su sake y se tragó la mosca junto con el sake.

    Hansaemon sintió un poco raro su trago pero estando ya de por si un poco borraco no le presto atención pero Pronto, comenzó a sentir una incomodidad en su estómago, pues la mosca revoloteaba y zumbaba, causando gran molestia. Preocupado, el señor Hansaemón llamó a su médico personal, un sabio conocido por sus conocimientos en el arte de curar, que vivía en un templo cercano. El médico, vestido con su kimono de seda y portando un abanico de papel se acercó a el Señor Hansaemon y colocando un tubo de bambu sobre la barriga de su paciente escucho atentamente el revolotear de la mosca en el estomago del Señor Hansaemon. Luego con toda ceremonia dijo. Su señoria he de informarle que hay una mosca en su interior.

    Una mosca. Protesto Hansaemon… como es posible yo no entiendo como llego allí, Pero digame como voy a ser para deshacerme de ella. Me causa mucha molestia. El Medico lentamente le dijo.

    —El mejor remedio para su problema es tragarse una rana viva. La rana se comerá a la mosca.

    Una Rana ….. Seguro que eso solucionara mi problema.

    Si dijo el Medico. Es conocido el apetito que tienen las ranas por las moscas. Sin duda rápidamente la rana se comera la mosca.

    El señor Hansaemón ordenó a sus samuráis que cazaran una rana fuerte y sana en el jardín del castillo. Los jardines del castillo, diseñados siguiendo principios zen, eran hogar de diversas criaturas, incluyendo ranas que croaban en los estanques de agua. Con una bella rana verde aparecieron los samuráis después de algunos minutos y se la presentaron a su señor.

    Hansaemon la miro con mucho desprecio pero siguiendo el consejo de su medio les pidió que la pusieran en su boca para así tragársela. Con gran dificultad como se pueden imaginar, el señor Hansaemón logró tragarse la rana.

    Y Tal como había dicho el médico, cuando la rana llego al estomago vio la mosca revoloteando y abriendo su boca de rana saco una larga lengua que atrapo a la mosca y se la comio en un santiamén.. Pero ahora el señor Hansaemon tenía otro problema. En su estomago tenía una rana que como sabemos

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