Épisodes

  • 693. El rey serpiente (leyenda Persa)
    Sep 17 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en la antigua Persia un joven llamado Zahhak que era hijo de un regente llamado Mardas. En aquellos tiempos Zahhak tenía un pasatiempo. Le gustaba salir a caminar por los bosques del castillo de su padre a quien el respetaba profundamente.

    Una noche, mientras Zahhak caminaba por los jardines encantados del palacio, alcanzo a ver un hombre que caminaba hacia el lo cual era extraño porque el jardín era un sitio exclusivo para la familia real. El hombre tenía una túnica negra y ojos como carbones encendidos. Cuando se acercó el hombre se presento diciendo que su nombre era Ahriman y que era un cocinero que venia de otras tierras y que quería ofrecerle sus servicios. Zahhak emocionado acepto inmediatamente y lo llevo al palacio para que trabajara como su cocinero personal. En su mente estaba la esperanza de poder probar manjares exóticos. Pero lo que no sabía Zahhak era que Ahriman era en realidad el espíritu del caos, disfrazado de cocinero. Allí en el palacio el cocinero comenzo a ofrecerle comidas que no venían de sus dominios: frutas que brillaban como gemas, carnes que cantaban al fuego, vinos que mostraban visiones de otros mundos. Pero con bocado se debilitaba la voluntad del príncipe.

    Una noche mientras el Zahhak se deleitaba con un faisan de sabor mágico, Ahriman le susurró: “Tu padre es un muro entre tú y el destino. Derríbalo.” Zahhak, embriagado por la ambición y los hechizos que provenían de aquellos manjares comenzo a pensar que su padre no lo dejaba progresar ya que todos lo veían solamente como el hijo. Así que impulsado por las ideas de su cocinero maligno tramo un plan y , asesinó a su padre Mardas y tomó el trono. Cuando el príncipe ya convertido en regente se acercó al trono con la sangre aún en sus manos , Ahriman su cocinero besó sus hombros, y de allí brotaron dos serpientes negras, vivas, eternas, que se enroscaban como guardianas de su alma corrompida.

    Las serpientes no eran simples criaturas: eran manifestaciones de la codicia y el miedo, alimentadas por el dolor humano. Estas serpientes daban vueltas sobre el trono y se acercaban a sus oídos exigiendo cada día el cerebro de dos jóvenes. Zahhak, incapaz de resistirse, ordenó sacrificios diarios para complacer a las demoniacas criaturas. Así, el reino se convirtió en un campo de lamentos, donde las madres lloraban la perdida de sus hijos y peor aún donde los sabios atemorizados simplemente callaban.

    Pero en secreto, dos cocineros que conocían las intensiones de el cocinero personal de Zahhak comenzaron a engañar al rey: y Así cada noche cuando los jóvenes eran tradidos para ser degollados mezclaban cerebros humanos con cerebros de oveja, y así pocian liberar a uno de los jóvenes cada noche. Estos sobrevivientes se refugiaron en las montañas, donde aprendieron magia, resistencia y el arte de la espera.

    Entre los padres que perdieron hijos estaba Kaveh, un herrero que forjaba espadas con inscripciones ocultas y martillaba con furia ritual. Cuando su último hijo fue reclamado, Kaveh se negó. Alzó su delantal manchado de hierro y lo convirtió en un estandarte mágico, el Derafsh-e Kaviani, símbolo de rebelión y justicia entre los antiguos persas

    Guiado por sueños proféticos, Kaveh subio a la montaña donde los jóvenes refugiados vivían y se entrenaban y encontró a Fereydun, un joven liberado por los sabios cocineros, que hablaba con los animales y tenía el don de la luz. Fereydun impulsado por los sueños profeticos de Kaveh montó un toro sagrado de fuego que recorria las montañas , y con una espada forjada en el corazón de una estrella caída, bajo al reino de Zahhak y lo enfren

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  • 692. El barrio
    Sep 15 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez una hombre llamado Elias que acababa de llegar a un barrio que no había visitado antes y que incluso no sabía donde quedaba ubicado. La primera impresión de Elias era que el barrio estaba situado en las afueras de la ciudad. La ciudad donde elias había vivido por muchos anos era realmente antigua y sus callejuelas eran bastante desordenadas. Por el contrario este barrio estaba organizado en una forma más estructurada. Desde su nuevo hogar podía ver como las ventanas de las casas siempre estaban cerradas y si bien algunas casas tenían flores la gran mayoría de ellas no tenían flores o las pocas que habían estaban hace mucho tiempo marchitas. Su primera sensación fue que aquellas habitaciones parecían tristes incluso cuando el sol brillaba. No había muchos colores en las paredes y había una sensación de tristeza en todo el barrio.

    Durante el día las personas que recorrían sus callejuelas caminaban siempre con los hombros caidos como si una carga invisible e invencible los acompanara en su existencia. Nadie reia, nadie cantaba y pese a que algunos de ellos llevaban relojes se sentía como si el tiempo allí no avanzara y permaneciera estancado.

    Los niños siempre estaban acompañados de sus padres y no se les dejaba jugar, y si por alguna razón comenzaban a caminar solos y a jugar sus padres siempre los regañaban y los cogían de la mano sin dejarlos apartarse de su lado.

    Los que caminaban por el barrio siempre tenían una mirada triste y siempre hablaban en voz baja como si la alegría hubiera sido desalojada de las casas y de las calles.

    Pero lo que no sabían los transeúntes es que no todo era si cuando caída la noche. La noche era bien diferente. Apenas el sol se ocultaba detrás de los cerros y las estrellas comenzaban a brillar, una luz cálida comenzaba a cubrir todas las calles y avenidas del barrio. Esta no era un luz eléctrica era más bien una luz profundamente antigua que salia de la superficie y de todas las paredes de las casas y habitaciones.

    Luego las multiples puertas y ventanas se abrían y de todas las habitaciones los habitantes del barrio salían con ropas brillantes, instrumentos musicales y sonrisas que se entrelazaban con las voces de miles de historias contadas al unisono. Era un barrio vivo y vibrante. Había bailes en las esquinas y aquí si los muy pocos niños podían correr y divertirse solos sin que nadie los acompañara. Pero los que más disfrutaban eran los ancianos, ellos eran los más importantes en este barrio. Todos se disputaban por el privilegio de escuchar sus consejos..

    Elias sorprendido por aquella primera noche en su nuevo barrio no podía comprender lo que sucedia a su alrededor. Comenzó a recorrer las calles y a entablar conversación con los habitantes. Todos eran bien diferentes pero todos vivían una misma vida allí en el barrio. Nadie presumía de nada, Nadie pretendía ser más que los otros y por el contrario todos quería ayudar y servir en la medida de los posible. El por ser nuevo recibió la bienvenida de todos y cada uno de ellos y sus palabras eran siempre de consideración. No sentía envidia, no sentía resentimiento, no sentía temor y no sentía recelo hacia el. Era realmente un lugar fantástico lleno de personas fantásticas.

    Pero si había algo que le pareció extraño en sus primeras conversaciones con los habitantes del barrio. Cuando por alguna razón alguien le preguntaba quien era o de donde había venido. Elias no lo recordaba. No podía decir nada sobre su pasado y cuando esto sucedia todos a su alrededor simplemente soltaban una carcajada y le decían que era simplemente una broma. Que ellos tampoco sabían de donde venían o como había sido su pasado.

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  • 691. Maerla y las Hadas
    Sep 14 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en las tierras altas de lo que hoy es escocia una anciana llamada Maerla. Maerla tenía su hogar en las montanas donde el manto de las nieblas se posaba y donde las gotas de rocio brillaban con la luz del sol sobre el pasto verde. Maerla había construido su casa de piedra cerca a un bosque que le ofrecia la madera para calentar su hogar. De maerla se decía que hablaba con los cuervos , que sabía leer el viento para descubrir cuando se acercaban las tormentas y que era capaz de hablar con el alma de los arboles del bosque.

    De una tormenta de nieve venia la mayor tristeza de Maerla. Su hijo Eoin se había perdido entre las montanas durante una de estas tormentas y Maerla no había podido superar su pena.Desde ese amargo día ella salia de noche sola hasta llegar al circulo de las piedras susurrante. Estas era un claro entre los robles centenarios donde grandes rocas antiguas de origen desconocido se presentaban erguidas formando un circulo perfecto.

    Allí en aquella desolación y rodeada por el susurro de aquellos monolitos, Maerla se sentaba en la piedra central llamada la piedra del eco. Allí sus pensamientos se convertían en recuerdos de su hijo perdido.

    Una noche de luna nueva, cuando el cielo parecía un lago oscuro salpicado de estrellas, Maerla lloró como nunca antes. Su dolor era tan profundo que la piedra sobre la que estaba sentada comenzó a brillar con una luz azulada, como si absorbiera su pena. De repente El viento se detuvo. Los árboles se inclinaron. Y de la piedra surgieron pequeñas figuras luminosas, flotando como polvo de estrellas.

    Eran las hadas.

    Tenían alas de helecho, ojos como gotas de rocío, y sus voces eran como campanas lejanas. Algunas eran tan pequeñas como una semilla de cardo, otras del tamaño de una mariposa. Había llegado allí atraídas por el dolor de una madre.

    Las hadas hablaron en un idioma que no era de palabras, sino de emociones. Le mostraron imágenes: bosques que cantaban, lagos que curaban, piedras que recordaban. Le ofrecieron un pacto:

    “Tu pena nos ha llamado a este mundo desde nuestro mundo en lo profundo de la tierra. Desde ahora, cuidaremos este bosque. Pero los humanos deberán respetarlo. No cortar sin pedir permiso a la madre tierra . No tomar sin agradecer antes a los seres de los bosques.

    Maerla aceptó. Y desde entonces, las hadas se ocultaron en los reflejos del agua, en los círculos de hongos, en los suspiros del viento. Solo los que han perdido algo muy querido pueden verlas, porque solo el dolor verdadero revela su presencia.

    Maerla vivió muchos años más. Se convirtió en guardiana del bosque, en narradora de lo invisible. Enseñó a los niños a dejar ofrendas: leche en cuencos de piedra, pétalos sobre los troncos, canciones al amanecer. Cuando murió, su cuerpo fue enterrado bajo la piedra central, y se dice que cada vez que alguien llora allí con sinceridad, una nueva hada nace.

    Hoy, en los bosques de Escocia, algunos aún dejan flores en los claros, no por superstición, sino por memoria. Porque saben que las hadas no piden adoración, sino respeto. Que cada piedra puede ser una puerta, y cada sombra, una promesa.

    Pero más importante aún las hadas representa la esperanza de que todos los dolores que se llevan en el alma están siendo resguardados en el bosque para que poco a poco a poco el alma se recupere y queden como un recuerdo lejano dando paso a nuevas alegrías.

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  • 690. El viajero
    Sep 10 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo en que que se vio un hombre caminando con siete maletas No eran maletas comunes: una parecía hecha de viento, otra de recuerdos, otra de promesas rotas, y las demás… nadie se atrevía a preguntar para no atraer sus pesadillas. Era una mañana de niebla y el hombre simplemente apartaba la niebla con sus paso lento. En aquel pueblo relojes no marcaban la hora y los caminos se curvaban llegando siempre al mismo lugar de donde había iniciado.

    Allí en el campo vacío, justo allí donde había una banca de piedra y el camino se ensanchaba, el hombre se sentó mirando hacia el horizonte como si esperara algo. A su alrededor jugaban a esconderse y a buscarse y uno de ellos se acercó a preguntarle que hacia allí. El simplemente Decía que por allí pasaría el tren en algún momento y Que lo llevaría lejos. Que tenía boletos para todos los destinos, incluso para los que no existían en sus mentes. Los niños replicaron que allí no había tren y que no había rieles de tren en aquel pueblo. El simplemente sonrio y les dijo que las vias del tren estaban bajo la hierba y que finalmente en algún momento estas despertarían.

    Los vecinos al enterarse de su presencia comenzaron a observarlo, inicialmente con reselo y después con simple curiosidad. lo miraban desde sus ventanas. Las matronas del pueblo que habían visto todo durante su vida, se compadecían de el y Le llevaban pan, café, y alguna manta cuando llovía. Pero nadie quería decirle la verdad: que en ese pueblo nunca hubo una estación, ni vías, ni trenes. Solo aquel pasto alto, grillos y el eco de las almas de aquello que alguna vez soñaron con partir del pueblo pero nunca se atrevieron. .

    Una noche cuando la luna ya había salido detrás de el bosque cercano una niña se acercó a el. Ella tenía consigo un farol hecho con luciérnagas y se quedo mirándolo con la curiosidad que solo una pequeña niña puede tener en su cara. El hombre le sonrio y luego le pregunto. Quien eres tu niña. Mi nombre es Cristina y tengo 10 años. El hombre volvió a sonreir y le pregunto. Que te gusta hacer. Ella sonrio y el dijo que le gustaba ir a la biblioteca del pueblo a recoger palabras olvidadas que encontraba en los libros viejos. El hombre solto una sonora carcajada y tomando una una de sus maletas la más pequeña se la ofrecio a la niña diciendo. Toma esta maleta te servirá en tu vida. Ella le pregunto Que hay en ella. El hombre simplemente le dijo. En ella esta tu y—Nada pero tu la llenaras con tus vida y tu historia llena de palabras.

    La niña la abrió y en ella encontró una frase que decía. Tu destino. Gracias dijo la nina y luego le pregunto A donde quiere ir usted. El la miro y con una lagrima en sus ojos de conntesto. A donde me esperen.

    Pasaron los días y lo meses y luego los años. El viajero seguía allí, más encorvado, más silencioso y más olvidado ya que su cuerpo no era más que parte del paisaje del pueblo. Las maletas se habían vuelto más ligeras y eteras. Una mañana, la banca estaba vacía. Solo quedaban las maletas, alineadas como soldados dormidos.

    Asombrados los habitantes del pueblo se preguntaban que había sucedido porque aquel hombre había partido sin despedirse, porque había dejado las maletas y algunos dijeron que a altas horas de la noche habían despertado al oír el traqueteo de un tren. Pero simplemente se volvieron a dormir.

    Todos se reunieron alrededor de aquel banco vacío donde había 6 maletas. El alcalde del pueblo dio un paso y tomando una a una las abrieron. Dentro encontraron cartas sin destinatario, mapas antiguos sin rutas marcadas y , relojes sin manecillas. Y en una de ellas, una nota escrita con tinta azul:

    “No esperen el tre

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  • 689. El farol Mágico (Infantil)
    Sep 8 2025

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    uan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo que estaba rodado de montañas y arboles de colores. Estos árboles no solo ofrecían un arcoíris de colores también susurraban y cantaban cuando el viento de la tarde los movía lentamente. Allí en aquel pueblo había una niña que se llamaba luna. Su madre la había nombrado así porque había nacido en luna llena y sus ojos eran grandes como ella.

    La niña había crecido en aquel pueblo y cuando ya tenía 10 años su madre le había dado permiso de explorar un poco más allá de su casa. La niña tomo a su perrita Zhitzu llamada lilo y se dirigió al bosque cercano.

    El bosque la recibió con cantos y melodías que ella desconocía pero que su perrita lilo seguía. Lilo no era una perrita cualquiera era especial. Si bien no hablaba humano si tenía su propio lenguaje que solo Luna entendía. Era capaz de expresar con pequeños sonidos lo que quería decir.

    Cuando Luna entro al bosque noto que sus boticas rojas de piedras brillantes comenzaban a producir cientos de brillos que iluminaban el camino por donde iban. Lilo por su parte saltaba y corría feliz de poder estar en un bosque lleno de olores que ella no conocía. De pronto lilo se paro y señalando una luz que salía debajo de una piedra comenzó a llamar a Luna con sus sonidos de perrita.

    Luna corrió hasta donde estaba luna y vio con sus propios ojos que había un farol de apariencia muy antigua que producía una luz suave pero que en su interior no había ninguna vela. Al estirar la mano par tocar aquella luz oyó una voz que le dijo

    Soy el farol de los deseos. Y solo los corazones buenos y puros pueden verme. Tu y tu perrita han llegado a mi gracias a sus buenos sentimientos

    Die que deseas.

    Luna sin pensarlo dijo . He soñado siempre conocer un dragón. Pero no un dragón cualquiera. Quiero que este dragón no produzca miedo con su llamarada, quiero que de su boca salgan burbujas multicolores que floten y se puedan ver en todas partes.

    Inmediatamente el farol comenzó a brillar más y más y de entre los arboles salió un bello dragón multicolor con su boca abierta y de ella miles de burbujas de colores llenaron el bosque y flotaron hasta la copa de los arboles donde se dispersaron por todo el valle. Y cientos de niños del pueblo salieron a jugar con ellas.

    Luna vio que efectivamente ese farol era mágico así que lo tomo y regresando a su casa comenzó a pensar que nuevos deseos podría pedir.

    Sin embargo cuando Luna y Lilo regresaron a su casa con el farol en su mano este dejo de brillar. Luna no entendía que era lo que sucedía y al día siguiente le pidió otro deseo al farol pero esto no encendía ni respondía a sus deseos.

    Lilo había notado igualmente que aquel farol que habían encontrado en el bosque había perdido su brillo. De pronto su cabecita de perrita tuvo una idea. El farol no debía salir del bosque. Su ambiente natural era allí debajo de los arboles y cuando Luna lo saco del bosque este perdió su magia. Debía hacerle entender a Luna que debían regresar el farol al bosque.

    Lilo comenzó a producir los sonidos que solo ella sabía producir y Luna comenzó a escucharlos hasta que vio que su perrita había cogido en su boca el farol y había corrido hasta la puerta parándose allí mientras producía esos sonidos tiernos como de marranito que ella sabía producir.

    Luna entendió que había hecho algo indebido había querido llevarse la luz a su hogar sin entender que la luz tenía su propio hogar. El bosque encantado. Debía regresarla de nuevo a aquel mágico lugar.

    Tomo la lampara, abrió la puerta y corriendo entro al bosque. Allí en el sitio exacto donde había encontrado aquel farol lo dejo. Y este inmediatamente volvió a

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  • 688. El escalón del diablo (Leyenda Barcelona )
    Sep 6 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en la Barcelona del siglo XIV un rey llamado Pedro el ceremonioso que decidio construir una iglesia que tuviera el campanario más alto de la región. El proyecto tenía pues un campanario de forma octagonal con una altura que fácilmente superaría cualquier otra construcción de aquella Barcelona del los años 1300.

    Habiéndose recibido el donativo del rey Pedro III la institución decide contratara lo antes posible a los constructores y la obra inicia conmemorando el espíritu religioso de la ciudad. Aquella iglesia se erigiría como símbolo de fe y poder y se consagraría a la virgen del pino. Llamándola santa Maria del PI. Nombre que conserva en la actualidad.

    Se dice que las obras de construcción de la torre de la iglesia se comenzaron en el año 1379 gracias a la donación del Rey Pedro y se contrato un primer arquitecto. Cuando la construcción de la torre inicio, los obreros notaron que permanentemente comenzaban a aparecer problemas en la construcción. Cada vez que los obreros empezaban a levantar la estructura, algo ocurría: grietas, derrumbes, accidentes inexplicables Alguna vez la torre se cayo por su propio peso, se agrietaban sus paredes o simplemente no mantenía la armonía necesaria para mantenerse en pie.

    . Finalmente después de el intento de varios arquitectos fue contratado El maestro de obras, un hombre llamado Bartome más quien desde el inicio comenzó a obsesionarse con la obra. Decía que el monte de piedra que venia de las canteras de Montjuïc, con el que se construía la torre, tenía memoria y que por esta razón la torre no quería ser terminada. Sin embargo era tal su resolución que decidio encontrar una manera para superar estos problemas.

    Una noche sin luna, Bartome subió solo a la torre inacabada. Encendió velas negras, trazó símbolos en la piedra y pronunció palabras que no aprendió en ningún libro cristiano. Invocó al diablo, El diablo interesado siempre en quien lo invocara se hizo presente allí mismo y preguntándole a Bartome por que era invitado este respondió.

    Quiero tener tu ayuda en la construcción de esta torre del campanario. Te daría mi alma a cambio de que las piedras se presten para trabajar juntas en este proyecto.

    El diablo sonriendo escucho claramente que Bartome Más le ofrecía el alma y como el diablo nunca rechaza un trato así, acepto de inmediato pero colocando una garantía más. Le ayudaría a Bartome pero no esperaría a que el campanario se terminara. Debía recibir el alma del arquitecto cuando la escalera de caracol que se encontraría dentro de aquella torre octagonal llegara al peldaño 100. Allí cuando llegara el diablo reclamaría el alma de aquel hábil constructor.

    Y así comenzaron de nuevo la construcción de campanario. Y todo comenzó a salir a la perfección. Tanto así que los trabajadores no entendían como ahora si su construcción crecía y crecía sin ningun problema. Ellos pensaban que aquella torre no se construiría jamás y que estaba realmente maldecida. Lo que no sabía es que el bueno de Bartome realmente se estaba jugando su alma en dicha torre.

    Pero metro a metro la torre iba creciendo y en su interior escalón a escalón la escalera iba igualmente creciendo acercándose al numero 100 que se había pactado con el demonio.

    Bartome veía su obra creciendo y en su alma un plan comenzaba a fraguarse. Sabía que debido al pacto en cuanto la escalera llegara al escalón 100 perdería el alma y el amaba su vida como era actualmente. Así que tramo un trampa al demonio.. Construyó la torre hasta el escalón noventa y nueve, y luego sin dar explicaciones a los obreros detuvo la obra. Y Dedicó el resto de su vida a trabajar

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  • 687. Melusine (leyenda francia)
    Sep 3 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un joven noble llamado Raymondin de poitier que regresaba a su casa cruzando los bosques de Coulombiers, pero aquel caballero regresaba con el alma rota. Durante una caceria había accidentalmente atravezado con su lanza a su tio el conde de poitier, y el peso del crimen lo hundía en la desesperación. La luna llena filtraba su luz entre los robles del bosque , y el viento parecía murmurar palabras antiguas que sonaban a recriminación por aquel crimen.

    Allí en medio del bosque vio algo que parecía una mujer. Al acercarse la vio con más detalles y sus ojos no podían creer lo que tenían al frente: una mujer de cabellos dorados como el trigo maduro, piel pálida como la niebla, y ojos que brillaban con un fulgor azul profundo, como si contuvieran un lago en su interior, el Joven Raimondo nunca había visto una mujer más bella y bajándose de su caballo se acercó a la fuente de mármol donde la joven estaba apoyada.

    La joven con voz angelical dijo —Soy Mélusine Y puedo darte fortuna, poder y redención.Y especialmente la redención que tu alma necesita en este momento. Pero debes prometerme una cosa: cada sábado, no me buscaras, no me veras y no me nombraras.Deberas dejarme a solas y no intentaras estar conmigo. Como recompensa te construire el más bello palacio que te puedas imaginar y vivire contigo. Pero recuerda los sábados no me tendrás.

    El joven Raymondin, que ya se encontraba totalmente hechizado por la belleza y el misterio de aquella mujer, aceptó sin dudar aquel extraño pacto que la mujer le ofrecia.

    De regreso a poitier Mélusine cumplió su promesa. En una sola noche, con ayuda de fuerzas invisibles, levantó el castillo de Lusignan, que tiene torres que parecen brotar de la tierra como si fueran espigas de piedra. No era un castillo común. Las torres tenían formas espirales, como caracoles de piedra. Las ventanas eran ojivales, pero en cada vitral se dibujaban escenas que aún no habían ocurrido. Las columnas estaban talladas con serpientes, dragones, lunas y mujeres aladas. En el centro, una fuente de mármol blanco brotaba agua que nunca se secaba.

    Los aldeanos decían que el castillo había sido construido por manos invisibles, que por la noche se oyeron cantos en lenguas perdidas, y que Mélusine hablaba con las piedras.

    La pareja se traslado a esl castillo y dicen que vivieron años maravillosos. Que tuvieron muchos hijos. Mélusine los amaba con ternura, y Raymondin los protegía con orgullo. El pueblo veneraba a la pareja aunque algo raro notaban de ella. La dama del Castillo nunca asistía a misa y que nadie, absolutamente nadie la había visto un sábado. Ella simplemente desaparecía como humo los sábados.

    Pero la duda es una sombra que crece en silencio en el alma de los incautos. Así que Un sábado Raymondin impulsado por los rumores de su pueblo y la curiosidad propia de un hombre decidí que debía espiar a su mujer cuando ella se encerraba en la más alta de las torres. En aquella torre había una habitación que se cerraba por dentro y desde la cual algunas veces se oían ruidos extraños, La puerta de aquella habitación era de grueso roble y por casualidad solo tenía una pequeña fisura que dejaba salir la luz interior.

    Raymondin acercó sus ojos a la fisura y allí pudo observar que sucedia en la habitación de la torre.

    Lo que vio lo dejó sin aliento: Mélusine estaba sumergida en la fuente de mármol, su cuerpo desnudo y resplandeciente... pero desde la cintura hacia abajo, su cuerpo era el de una una serpiente alada, con escamas de esmeralda y una cola que se enroscaba como un río encantado.

    Aquella visión lo lleno de espanto y de un salto retrocedio haciendo

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  • 686. El Umbral
    Sep 1 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez hombre llamado Elias que siempre habia vivido de acuerdo a lo que la vida esperaba de el. Pero el no sabía si había vivido de acuerdo a lo que el había esperado de la vida. Y ahora Elias estaba muriendo. Realmente Elias agradecia de que sus momentos finales no fueran dramáticos, que simplemente se fuera apagando lentamente como quien apaga lentamente una lámpara al final de una larga noche. Había vivido mucho, amado bien, y claramente había cometido suficientes errores como para llenar horas y horas de confesionario en la iglesia a la que solía asistir. Ahora, en su lecho de muerte, no pensaba en arrepentimientos ya que era tarde, pensaba más bien en los destinos que tendría.

    Frente a él en aquellos momentos finales , dos puertas flotaban en el aire. Una estaba hecha de nubes suaves con un marco dorado y de ella salia una briza que olía a jazmín. Sobre la puerta un letrero que decía Cielo: Clima perfecto, silencio eterno.

    La otra, de hierro forjado, tenía llamas que bailaban como si tuvieran vida propia y desde la cual salia un olorcillo como a azufre. Sobre ella en letra más o menos burdas un letrero con la siguiente inscripción : Infierno: Clima complicado, risas garantizadas.

    Elías que había sido católico desde niño frunció el ceño y costernado ijo . “¿Y si quiero un poco de ambos?”,

    En ese preciso momento Apareció entonces un ser vistiendo una túnica gris que por su apariencia no era ángel ni tampoco un demonio era indescifrable. Se prenento a Elias con mucha cortesia y le dijo. Mi nombre es hiatus y estoy aquí para ayudarte a tomar la decisión de cual umbral quieres cruzar. Tenemos muchos indecisos siempre.

    Dime porque tienes esa cara de no saber hacia donde coger.

    Elias dijo —El cielo tiene buen clima, pero creo que todos allá quieren ser virtuosos permanentemente lo que creo que los hace un poco serios y poco dado a divertirse. Y yo creo haber tenido suficiente de tratar de ser como otros en la vida de la que vengo.

    Esta bien… dijo hiatus. Te entiendo pero debes decidir lo antes posible.

    Por su parte El infierno… bueno, he oído que los poetas, los músicos malditos, los humoristas y y los filósofos que preguntaban demasiado están todos allí ya que poco se preocuparon por que esperaban los otros de ellos

    Hiatus sonrió mientras una expresión de impaciencia crecía en el.

    —Bueno ¿Y qué buscas tú, Elías?

    —La verdad yo quisiera tener una buena conversación por toda la eternidad. Ahh Y café. Si hay café en alguno de los dos, me inclino por ese.

    Hiatus sorprendido por la respuesta tomo a Elias de la mano y lo condujo a un lugar que no aparecía en los mapas celestiales ni en los registros infernales: Allí sobre una pequeña puerta de madera oscura estaba un aviso que decía .La Cafetería del Umbral. Allí, entre mesas y tazas, se reunían los que aún no habían decidido aún el camino. En una esquina, Dante discutía con Nietzsche sobre el sentido del castigo. En otra, Dali y Picaso pintaban retratos de almas que aún no sabían quiénes eran y ciertamente las imágenes hacían honor a su fama de pintores y del alma de los retratados.

    Elías pidió un café oscuro, sin azúcar. Lo bebió lentamente, mientras observaba que a su alrededor estaban todos contando sus historias particulares. Aquellos que habían amado demasiado, los que habían odiado con intensidad pero se arrepentían de haberlo hecho, los que habían vivido con curiosidad y que ahora se dedicaban a contar cuentos a los que los querían oír. En fin había mucha gente que no se decidían.

    Al final, cuando hiatus volvió a preguntarle , Elías respondió:

    —No quiero elegir. Quiero quedarme

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