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Bienvenido a Rocavarancolia. Bienvenido al reino de los portentos y el espanto, de los monstruos y las pesadillas. Bienvenido a un reino a las puertas de la muerte. Tras la guerra, Rocavarancolia languidece convertida en una ciudad en ruinas. Ya no hay dragones en el cielo, los vampiros mueren de sed y la magia ya no basta para sostener el reino. Pero todavía hay esperanza. Este año, como todos los años, el demiurgo de Rocavarancolia planea su cosecha: seduce a un grupo de jóvenes de la Tierra, a los que trae a su mundo y abandona a su suerte en la ciudad.

Hace diez años que el imperio Orestes conquistó el Sistema Aurora tras una sangrienta campaña militar. Los siete hermanos gobiernan ahora el destino de la humanidad. Las voces contrarias han sido silenciadas; los disconformes asesinados. Ya no queda nadie capaz de hacer frente al poder del imperio.La paz de los Orestes, fundada a sangre y fuego, les permite gobernar sobre los quince planetas del sistema.

Joaquín despierta en una ciudad vacía, abandonada. No hay nadie. Todos han desaparecido. Su familia, sus amigos... No hay rastro de ser humano alguno. Y no solo eso: en ese nuevo mundo todo es silencio. Silencio y quietud.Enseguida averigua lo que ha pasado: el tiempo se ha parado, detenido en un perpetuo amanecer. Todos los relojes marcan la misma hora, las seis y cincuenta y tres de la mañana. Ese extraño fenómeno parece haber erradicado a la humanidad de la superficie del planeta.¿Dónde ha ido todo el mundo?

Alfredo García Torrecilla era un hombre gris condenado a una vida gris, un profesor de Historia deprimido y deprimente cuya existencia entera no había sido más que un continuo ir de fracaso en fracaso. Todo cambió el día en que descubrió que un mundo secreto se escondía entre las líneas de la realidad, un mundo repleto de portentos y locura, de casas encantadas, de tecnología extraña, de dragones parlantes y de magia... Todo cambió el día en que descubrió que Elvis Presley seguía vivo.

La tormenta fractal apareció sobre Brisbane, Australia, a las siete de la tarde del uno de agosto. El cielo quedó envuelto de pronto en una malla de energía violácea, Tan solo doce horas después la telaraña cubría media Australia, Papúa Nueva Guinea y Nueva Zelanda. En una semana, medio planeta estaba cubierto por aquella red fractal. Al duodécimo día, la Tierra entera estaba encerrada en una prisión de energía.