Page de couverture de China e Irán: petróleo, silencio y geopolítica en la encrucijada de Oriente Medio

China e Irán: petróleo, silencio y geopolítica en la encrucijada de Oriente Medio

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El petróleo une estrechamente a China e Irán, pero cuando estalló el conflicto entre Teherán e Israel, Beijing optó por las palabras y no por la acción. La amenaza de cerrar el Estrecho de Ormuz, por donde fluye buena parte del crudo iraní que alimenta la economía china, expuso los límites de su ambición por tener un rol protagónico en la esfera global. Cuando Irán e Israel se alzaron en ataques mutuos en un episodio que tensó aún más el ya inestable equilibrio de Medio Oriente, la mirada del mundo se volvió hacia China, socio estratégico y energético de la República Islámica. A pesar de los lazos económicos estrechos entre Beijing y Teherán, la reacción china fue prudente: condenas verbales, llamadas diplomáticas y ningún gesto concreto de apoyo ni material o militar. Ese distanciamiento llamó la atención, sobre todo porque el vínculo entre ambos países está cimentado sobre el oro negro. Un informe de 2024 de la Administración de Información de Energía de EE. UU. reveló que entre el 80% y 90% del petróleo que exporta Irán termina en refinerías chinas, lo que se traduce en aproximadamente 1,2 millones de barriles diarios que sostienen una parte vital del aparato industrial del gigante asiático. Y aunque Beijing ha cultivado su imagen como potencia dispuesta a llenar el vacío que deja Occidente en Medio Oriente, en esta ocasión mantuvo los pies lejos del fuego y dejó que las diferencias entre los persas y hebreos se resolvieran de alguna manera mientras guardaban silencio. Los movimientos chinos se resumieron en conversaciones y condenas retóricas: el presidente Xi Jinping llamó a su homólogo ruso y pidió el fin de las hostilidades proponiendo un alto al fuego. Su canciller habló con su par iraní y emitió declaraciones de condena. Pero allí terminó el despliegue chino, no hubo drones, armas, ni asistencia material. Solo palabras. Leer tambiénIsrael e Irán acatan el alto el fuego impulsado por Trump en medio de dudas sobre el plan nuclear iraní Para muchos analistas, este episodio demostró las limitaciones estructurales del rol que China puede —o quiere— jugar en una región marcada por conflictos históricos y volatilidad permanente. “Beijing carece tanto de las capacidades diplomáticas como del apetito por el riesgo para intervenir rápidamente”, explicó Jude Blanchette, director del Centro de Investigación de China en la Fundación RAND. “No está dispuesto a arriesgar el cuello”, añadió. Retórica roja, oro negro No obstante, esa cautela se tambaleó brevemente cuando Irán insinuó que podría cerrar el Estrecho de Ormuz como represalia para Estados Unidos y en aras de alterar el balance energético global. Ese estrecho es el cuello de botella por donde transita cerca del 20% del suministro mundial de crudo, pues se trata de unos 19 millones de barriles al día, de los cuales más del 70% va rumbo a Asia con China, India y Japón como principales destinos. Ese gesto encendió las alarmas chinas, cuya economía se beneficia del flujo energético iraní, y fue ahí cuando Beijing elevó el tono y llamó a evitar cualquier escalada que pusiera en riesgo “el desarrollo económico mundial”. Aunque el conflicto se desescaló, como lo celebró el presidente Trump en redes sociales, lo vivido dejó en evidencia las tensiones internas en la política exterior china: un país con pretensiones globales, pero aún reacio a actuar en escenarios de alto riesgo. El investigador Craig Singleton, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, fue tajante: “La huella de China en el Golfo es comercial, no está lista para el combate”, pero además también explicó que el enfoque de Beijing hacia Irán se resume en compras de petróleo y llamados al diálogo: “No hay línea de crédito, ni armas, ni apoyo militar. Solo declaraciones calibradas para mantener contento a Teherán, sin irritar a Riad ni provocar sanciones de Washington”, apuntó Singleton Pese a esa reticencia, la relación chino-iraní tiene un peso geopolítico importante. Irán es pieza clave de la ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta, la estrategia global de infraestructuras y comercio que China promueve como alternativa al orden liderado por Occidente. Leer tambiénEscalada Irán-Israel: ¿se cumplirá el "alto el fuego total" anunciado por Trump? - El Debate Además, en 2023, Teherán se unió a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un bloque de seguridad impulsado por Moscú y Pekín para contrarrestar la influencia de la OTAN. Pero justamente el caso iraní expuso esa ambigüedad. China quiere ser árbitro global, pero sigue jugando como espectador que cuida su inversión, su comercio y sus mercados. Medio Oriente, al menos por ahora, sigue siendo un terreno donde la retórica supera a la acción en la diplomacia del dragón de asiático. Con Reuters y EFE

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