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Filipinas y el tesoro Japones

Filipinas y el tesoro Japones

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Se cuenta que cuando la guerra en Asia se acercaba a su fin,el Imperio japonés ya no tenía nada que ganar y demasiado que perder, y aun así, entre las ruinas y los incendios, persistía un secreto que muchos historiadores llaman el oro fantasma de Asia, un botín colosal reunido en la llamada operación Golden Lily, el Lirio Dorado, una empresa tan clandestina queni siquiera todos los generales conocían su magnitud, porque no se trataba solo de lingotes arrancados de bancos y tesoros de estado, sino de reliquias milenarias, estatuas budistas, perlas, diamantes y cálices que habían pertenecido a templos, monasterios y palacios de China, Birmania o Malasia, todo empaquetado en cajas marcadas con ideogramas, cargado en barcos y enviado al corazón de Filipinas con la esperanza de que, si Japón caía, al menosquedara un tesoro con el que financiar un regreso o sostener a la familia imperial en las sombras.

En ese tiempo la guerra en el Pacífico ya era un infierno,los bombarderos norteamericanos arrasaban ciudades enteras, los submarinos hundían navíos de abastecimiento y los aliados avanzaban desde el sur como un torrente que nadie podía detener, y sin embargo, bajo esa lluvia de hierro,hubo quienes trabajaban con mapas secretos, dinamita y túneles excavados en la selva, porque la orden era clara: enterrar el oro, sellar las cuevas, levantar trampas mortales que convirtieran aquellas montañas en tumbas para cualquiera que se atreviera a profanarlas. La figura del general Tomoyuki Yamashita, apodado el Tigre de Malasia por su fulgurante conquista de Singapur, quedó ligada para siempre a esta historia, pues era él quien tenía el mando de las fuerzas en Filipinas durante los últimos estertoresdel Imperio.

Los rumores dicen que oficiales de alto rango y hastamiembros de la familia imperial participaron en el diseño de la operación, y que fue el príncipe Yasuhito Chichibu , hermano del emperador Hirohito, quien supervisó parte del plan, aunque aquí la historia ya se mezcla con la bruma de lo especulativo, porque lo que es seguro es que el pillaje japonés fue real, está documentado en cada país ocupado, lo que no está tan claro es la magnitud de lo enterrado en Filipinas y cuántas de esas cámaras llegaron a sellarse antes de la rendición.

Imagina querido oyente etsa escena: la guerra perdida,soldados exhaustos cargando cajas pesadas en mitad de la jungla, ingenieros cerrando galerías con explosivos, monjes despojados de sus tesoros milenarios sin saber si alguna vez volverían a verlos, y un general que sabía que todo aquel esfuerzo quizá no serviría para cambiar el destino del Japón, pero sí para alimentar la leyenda de un oro maldito, escondido bajo la tierra tropical, esperando pacientemente a que la codicia humana volviera a abrir sus entrañas.

Y así comienza nuestro relato, con un tesoro que no apareceen los libros de cuentas, pero sí en las pesadillas y ambiciones de presidentes, cazadores y dictadores, un oro fantasma que será la chispa de una de las historias más oscuras y fascinantes de la posguerra.


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