Detrás de la expresión "orden de los sacramentos" subyacen varias cuestiones, a distintos niveles, que han sido ampliamente debatidas en la historia: los criterios que justificaron cambios de orden en su celebración, la edad adecuada o exigióle para recibirlos, la teología sobre cada sacramento y su relación con los otros dos... La eucaristía es considerada como culmen de un proceso; de su vivencia celebrativa nace una espiritualidad característica.

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El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) es un fruto precioso del Concilio Vaticano II y un instrumento irrenunciable para la catequesis. Representa además una guía segura para la reflexión de los teólogos. El Catecismo dedica una extensión considerable a la fe celebrada (2a parte), de la que los sacramentos de la iniciación Cristina ocupan el capítulo 1o de la segunda sección (nn. 1212-1419). A renglón seguido desarrolla los sacramentos de curación (capítulo 2o) y los sacramentos al servicio de la Comunidad (capítulo 3o).

La exposición sobre el bautismo y la confirmación tiene una estructura similar: ministro, sujeto, necesidad y efectos; pero a su modo integra y amplía el esquema escolástico para hablar del nombre del sacramento, de su inserción en la historia de la salvación y de sus aspectos celebrativos.

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La situación de la iniciación cristiana en este largo periodo (ss. XVi-XX) puede sintetizarse en una sentencia general, que procuraremos matizar: cierto inmovilismo en la doctrina sacramental y en la praxis I¡túrgico-pastoral. En efecto, debemos distinguir una primera etapa donde la teología está alineada con la recta doctrina del Concilio (s. XVI-mediados s. XIX) frente a los errores protestantes. Y una segunda etapa de restauración y renovación, que culmina en el Vaticano II y su reforma (s. XIX-XX).

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Los dos últimos Padres de la Iglesia tanto de Occidente (Isidoro de Sevilla, 560-636) como de Oriente (Juan Damasceno, 650a-749) personifican bien la situación que vive la Iglesia. Por un lado, el deseo de recibir la herencia de la patrística con su sensibilidad litúrgica, el uso de la tipología, el acento histórico-salvífico y la coloración pneumatológica de sus escritos. Por otro, la vivencia real de la iniciación cristiana que presentaba puntos en común, pero que iba tomando derroteros distintos.

La Escolástica contribuyó a la clarificación del concepto de sacramento en cuanto signo de la gracia. Al aplicar su sistematización, saldrán a la luz los elementos fundamentales del sacramento del bautismo y de la confirmación. Este modo de estudiar los sacramentos ha sido asumido por el Magisterio y buena parte de la formación de los candidatos al sacerdocio.

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Después del testimonio de la primera comunidad apostólica, nos adentramos en las sucesivas generaciones que, fieles a las tradiciones antiguas, reciben en la iglesia a los nuevos cristianos. Desde una ritualidad muy sencilla (s. I y II) llegamos a un ritual completo (s. III). La importancia del paso a la nueva vida no se improvisa y surge entonces un catecumenado verdadero y propio.

La andadura de la Iglesia en este periodo no está libre de ataques a su doctrina y a su praxis. Los Padres de la Iglesia salen al paso, legándonos una teología mistagógica de gran calado bíblico y espiritual. Sobresalen en esta época nombres como Tertuliano, Cipriano de Cartago, Cirilo de Jerusalén y Agustín de Hipona.

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El dato bíblico es claro: Juan, con su palabra y su actividad bautismal, era el precursor que disponía al pueblo para recibir al Mesías. En el Jordán, lugar emblemático del que hemos hablado, comienza la vida pública de Cristo. El libro de los Hechos, la incipiente teología de las Cartas de san Pablo y la catequesis de Pedro y Juan constituyen una referencia obligada para entender la praxis de la iglesia apostólica.

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El propósito de este tema es conocer los orígenes del rito bautismal enmarcándolos dentro de la historia de la salvación. El bautismo como rito de purificación y de ingreso en la comunidad del nuevo Israel tiene su contexto religioso y cultural en el judaismo. Los acontecimientos salvífi- cos del pueblo elegido forman una preparación para la Buena Nueva de Cristo: en esos relatos el agua cobra un gran protagonismo.

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"El Bautismo nos da el ser y el subsistir según Cristo. Tomando consigo a los seres sumergidos en corrupción y muerte los introduce primeramente en la Vida.

La Unción del crisma perfecciona ese ser que nació en el Bautismo, dotándole de actividad conveniente a tal vida.

La Divina Eucaristía sostiene y conserva la vida y la salud recibida, pues es obra del Pan de Vida guardar lo adquirido y hacer que permanezca vivo.

Por este pan vivimos, por la Unción nos movemos, después de que en el Bautismo hemos recibido el ser". Nicolás Cabasilas (c. 1320-c. 1398). La Vida en Cristo

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