Épisodes

  • #29 Crónica de una muerte anunciada - Gabriel García Marquez
    Jun 19 2025
    Como buscando un juguete de infancia, ayer busqué Crónica de una muerte anunciada. Fue uno de los libros que leímos en la escuela cuando era adolescente. No me acuerdo como se llamaba nuestra profesora de literatura, pero era bajita, de pelo corto, y le gustaba usar micrófono para dar su clase. No había ninguna necesidad. Nuestro salón era una miniatura y los parlantes de la radio a la que enchufaba su micrófono de alasitas, parecían de mentira; pero cuando agarraba el micrófono, se engalanaba toda, erguía su cuerpecito altiplánico hasta parecer más alta, y pronunciaba con tanto cuidado y autoridad cada letra de cada palabra, que desaparecía su acento occidental y nadie se animaba a interrumpirla.Esto fue hace más de 20 años, yo tendría unos 13, y me acuerdo que cuando leímos Crónica de una muerte anunciada, le gustaba hablarnos sobre no sé qué técnicas narrativas, y le gustaba mucho el hecho de que comience en el final, y cómo se generaba tensión aunque uno ya sepa en qué termina la historia. Nos hablaba de tradiciones antiguas, del conservadurismo, y de cuidar virginidades.Y yo creo que nosotros no entendíamos mucho de lo que nos estaba diciendo, ni qué nos quería decir. Al menos yo no. Todo parecía tan lejano, tan ajeno. Sábanas manchadas de sangre, tipos destripados en la puerta, y uno pensando qué comer en el recreo. Es complicada la pubertad. Estábamos aprendiendo a conocer las cosas de este mundo.Entonces ayer volví a leerlo, como desempolvándome a mi mismo, casi como volviendo a desconocer el mundo conocido.“ El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana…” García Marquez tiene las mejores frases de apertura. Y sí. Comienza por el final. Y aunque no sea una historia de misterio, a partir de ahí uno quiere saber por qué lo van a matar. Que no lo sabemos al final, sino a la mitad del libro, y después uno quiere saber si de verdad hizo lo que dicen que hizo, y después uno quiere saber qué pasó después de que lo matan. El hecho de estar escrito como una crónica periodística, y de que el mismo García Márquez sea narrador y personaje, que mencione y aparezcan sus hermanos, su madre y sus amigos, le da un gran fuerza de persuasión y realidad.Desde esa primera frase, el dramatismo y el sentimiento de fatalidad van en aumento. Por ejemplo, cada vez que alguien se despide de Santiago Nasar, el narrador no se olvida de mencionar que esa fue la última vez que lo vieron. La certeza que tenemos de que a este tipo lo van a matar, convierte en graves y solemnes los más triviales detalles de su vida cotidiana, y en trivial y hasta absurda cualquier consideración solemne que pudiera llegar a tener. Pero más allá de las técnicas narrativas y de la historia en sí, como tantas otras veces con García Márquez, lo que más me maravilla, es esa sensación que nos deja sobre la inevitabilidad de la vida que nos toca vivir. Sus personajes muchas veces no toman las decisiones más importantes, sino que son tomados por ellas. Hay decenas de ejemplos: José Arcadio Buendía matando a su vecino, Fermina Daza cuando se encuentra a Florentino Ariza en el mercado y de la nada se esfuma su encanto de amor, o aquí mismo, en Crónica de una muerte anunciada, Bayardo San Román estaba durmiendo en su hamaca cuando vió pasar a Ángela Vicario y de pronto supo que se casaría con ella. Los personajes creen que son libres y deciden. Pero el espacio del libre albedrío se ve drásticamente atacado y reducido por la Historia y la cultura, por el entorno que los rodea, por los genes y la sangre, por el nombre con el que les toca cargar, y hasta por el lenguaje que usan para hablar y pensar. Y cuando sí deciden, sus decisiones están marcadas por fuerzas invisibles, que tienen su propias lógicas, algunas más indescifrables que otras, pero todas completamente ajenas a la razón.Uno podría pensar que se parecen a nosotros.Pero aunque esté dirigida por los caprichos de la fortuna , la vida nunca es monótona ni aburrida, al contrario, sin dejar de ser cíclica, nos presenta una infinitud de posibilidades. Y aunque a veces pueda ser terrible y cruel, jamás es triste y melancólica. Siempre es una fiesta espectacular, de que al final nadie saldrá vivo. En fin, podrían haber habido tantas maneras de contar la historia de esa muerte anunciada; pero él la cuenta de tal manera, que no nos queda más remedio que aceptar el mandato ineludible del destino: que a Santiago Nassar le había llegado la hora y que tenía que morir, que aunque todo el pueblo sabía que lo iban a matar, nadie podía impedirlo, y que a pesar de intentar evitarlo contándoselo a medio mundo, a los gemelos Vicario no les quedó otra opción que tener que matarlo.Ahora entiendo por qué lo daban en el colegio. García Márquez era un ídolo continental, el libro es corto, fácil de leer, y con temas interesantes para debatir ...
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  • #28 Gracias a la vida - Violeta Parra
    May 26 2025


    Hoy desperté lleno de dicha.

    Con una alegría tranquila y plena. Tan tranquila que se podría confundir con cierto tipo de tristeza. Me imagino que algo parecido deben sentir los profetas cuando saben lo que tienen que saber.


    El algoritmo que anda sugiriendo qué música escuchar debe estar mejorando, porque en el desayuno me puso esta canción de Violeta Parra, que tradujo la emoción con la que desperté.


    Hay canciones que son grandes obras literarias, y

    Gracias a la vida es una de ellas. Una canción preciosa, como un encanto que conjura en un par de minutos lo bello que es vivir.


    Irónicamente, un año después de escribir esta canción, Violeta Parra se mató. Yo no la juzgo. Solo lo menciono porque no se puede hablar sobre la vida, y evitar la presencia de la muerte. Siempre está ahí, aunque no se la nombre.


    Cuando hablamos sobre cómo queremos vivir y enfrentar la vida, nuestras palabras son como un reflejo de cómo esperamos recibir la muerte.


    Si pensamos que en el momento en que nacemos comenzamos a morir; vivir y morir se vuelven casi sinónimos.


    Ya Séneca hablaba sobre que aprender a morir es aprender a vivir. Decía: “quien aprende a morir desaprende a ser esclavo”.


    La idea de la muerte como algo negativo no nos deja vivir bien. No podemos vivir como si fuésemos inmortales, sin tener presente nuestra finitud. Pero tampoco podemos vivir apresurados, pensando que la vida es corta. “Los ocupados no tienen tiempo para nada, pero no viven.”


    La vida no es corta, dura lo que tiene que durar.


    Séneca diría que 10 mil años no serían suficientes para quien no ha aprendido a vivir. O a morir. Que a veces parece que es lo mismo, aunque no sea igual.


    Si algún día los nietos de mis nietos llegan a escuchar este mensaje, que sepan que su ancestro intentó vivir en paz con la muerte, y que si alguna vez me hizo llorar, fue solo porque no pudo evitarlo.


    Ahora la canción, leída, para que resuene una vez más.


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me dio dos luceros que, cuando los abro

    Perfecto distingo, lo negro del blanco

    Y en el alto cielo su fondo estrellado

    Y en las multitudes, el hombre que yo amo


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me ha dado el oído que en todo su ancho

    Graba noche y días, grillos y canarios

    Martillos, turbinas, ladridos, chubascos

    Y la voz tan tierna de mi bien amado


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me ha dado el sonido y el abecedario

    Con él, las palabras que pienso y declaro

    Madre, amigo, hermano y luz alumbrando

    La ruta del alma del que estoy amando


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me ha dado la marcha de mis pies cansados

    Con ellos anduve, ciudades y charcos

    Playas y desiertos, montañas y llanos

    Y la casa tuya, tu calle y tu patio


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me dio el corazón que agita su marco

    Cuando miro el fruto del cerebro humano

    Cuando miro el bueno, tan lejos del malo

    Cuando miro el fondo de tus ojos claros


    Gracias a la vida que me ha dado tanto

    Me ha dado la risa y me ha dado el llanto

    Así yo distingo, dicha de quebranto

    Los dos materiales que forman mi canto

    Y el canto de ustedes, que es el mismo canto


    Y el canto de todos que es mi propio canto


    Gracias a la vida












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  • #27 El viejo y el mar - Ernest Hemingway
    Apr 27 2025
    El viejo y el mar es una historia sobre cómo encarar la vida. Confieso que la primera vez que la leí - cuando tenía unos 20 años- me aburrió un poco. No veía nada de glorioso, o entretenido, en la historia de un pescador que ya no podía pescar.La volví a leer hace unas semanas porque me la regaló Stephi para mi cumpleaños. Y aunque ya sabía cómo acababa la historia, esta vez acompañé el viaje del pescador con entusiasmo, y disfruté mucho más de la narración y del lenguaje; especialmente cuando Hemingway cuenta cómo el pescador siempre pensaba en el mar como la mar. “Que es como la llaman en español, cuando la aman”. Y nos explica cómo los más jóvenes, con lancha a motor, o los que se referían al mar como un lugar específico o hasta como un enemigo, le decían el mar, a diferencia del viejo y los que la aman, que la ven como una entidad encantadora y misteriosa que esconde tesoros, y que si hace cosas terribles, es solo porque no puede evitarlo. ¿Qué lindo no? En una cosa tan simple expresa ese hechizo que desde siempre ejerce el mar en algunos hombres. Sin embargo, mientras avanzaba la historia y los tiburones iban haciendo pedazos a su maravilloso pez espada, me encontré otra vez decepcionado. Y aunque racionalmente entendía el estoicismo y la dignidad de su batalla, de alguna forma yo seguía sintiendo la historia incompleta, por lo menos en mi interior. Algo no cuajaba.El viejo y el mar es una historia sobre cómo encarar la vida y racionalmente yo entendía que sí, que en cualquier cosa que uno haga, no podemos juzgarnos por el resultado, sino por haber dado lo mejor que uno tiene para dar. Pero en mi interior un sentimiento me seguía diciendo, ¿para qué tanto alboroto? Yo quería que el viejo gane, como un triunfo simbólico del hombre frente a la vida, frente al mundo. Y me desesperaba verlo pelear y perder. No podía entender - emocionalmente - que es justamente eso lo que hace grande a la historia.Otra posibilidad de por qué me sentía decepcionado, o aburrido con el libro, puede ser porque siempre me gustaron las historias en las que suceden muchas cosas, ya sea en la realidad ficticia o en el mundo interior de los personajes. Solo hace falta ver algunas de las que he comentado aquí en el podcast: tenemos la espectacular extravagancia de García Márquez, o el color apasionado en los personajes de Jorge Amado, o el duelo a cuchilladas de Saramago con Dios y con la muerte. De alguna manera la historia de este pescador, sólo en el mar, con pocas palabras y sin ninguna explicación, no clasificaba. Al llegar al final no sentía esa catarsis de la que hablaba en el episodio de Madame Bovary y que uno siente con la muerte de Emma, o cuando Saramago le hace decir a Jesús en la cruz: “hombres, perdonadle porque no sabe lo que hace”, o cuando nuestro queridísimo capitán de ultramar se salva de la vergüenza y el escarnio, o cuando descubrimos que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían otra oportunidad sobre la tierra.Ahora que pienso en eso, creo que la culpa no es del pescador. Sino de esa forma que tiene Hemingway de esconder la historia dentro de la historia. De su famoso iceberg. Yo no sentía el poder de lo que no se dice. En mi caso parece que tomó bastante tiempo de reflexión inconsciente para que la historia haga efecto en mí. Pero entonces pasaron dos cosas. La primera y la más importante, es que unas dos semanas después de leer el libro, un día desperté pensando en la historia del viejo y el mar. Como si la hubiese soñado. Y en ese estado de trance en que nos tiene la vigilia, sentí como una revelación o una epifanía. Esas cosas pasan. No sé cómo, pero de repente sentí de verdad la lucha de Santiago. Nada había cambiado racionalmente en mi entendimiento de su historia; sin embargo, Santiago ya no era para mí un pobre pescador, sino un héroe atemporal. De repente entendí que el mismo Hemingway, que había sido el mito personificado de esa forma de vivir apasionada y llena de todo tipo de aventuras; que había sido héroe de guerra, que cazaba leones en África, que salvaba toreros, que ganaría un premio Nobel, etc. Él mismo, probablemente habría preferido ser ese nuestro viejo de manos partidas y voluntad de hierro.Entonces, todavía dormido sentí el coro de voces que hoy critican lo que Hemingway y Santiago representan. Hasta que apareció el ser original sobre el que mi madre me cuenta, y con su voz de trueno preguntó: ¿cómo querés encarar la vida?Y de pronto me sentí en paz con el final, y se fue la decepción que sentía con los tiburones y con el pez perdido; a veces no se puede contra el mundo, a veces no da. Pero el alboroto vale la pena, porque está cargado de significado y de sentido. Lo segundo que pasó para que El viejo y el mar tenga un efecto total en mí, fue que leí Las nieves del Kilimanjaro, para un programa que estamos queriendo hacer con mi ...
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  • #24 Cuánta tierra necesita un hombre - León Tolstói
    Dec 29 2024
    Hay tanto por leer. Tantas historias. No nos va a alcanzar la vida para leer una fracción de lo que existe. Por eso creo que tenemos que escoger con cuidado qué leer. Al final, cada uno tiene sus gustos e intereses, y cada uno lee lo que mejor le parezca. Personalmente, a mí me gusta leer los clásicos, porque son historias que ya han pasado esa terrible prueba del tiempo. No leo exclusivamente clásicos, pero es lo que normalmente procuro leer. Tampoco soy de los que leen 20 libros por mes ni nada por el estilo. A veces me quedo medio año, o más, pensando en un solo libro, o en un solo personaje. Y no me parece mucho. Desde hace un tiempo tengo la certeza de que no me va alcanzar la vida para leer todo lo que quisiera haber leído. Tal vez sea por eso que la mayoría de las veces elijo gastar, o usar, mejor dicho, mi tiempo leyendo los clásicos, en vez de las novedades.Simplemente es un problema de finitud. La relación costo-beneficio que tienen los clásicos es imbatible. Al menos para mí.Pero bueno, y qué hace que los clásicos sean clásicos? Cuando hice el episodio sobre Don Casmuro, decía que los estudiosos deben tener excelentes explicaciones sobre cómo los clásicos supieron captar los estigmas de su sociedad y cómo rompieron los paradigmas literarios de su tiempo, pero que yo me conformaba con la simple idea de que los clásicos son clásicos por la especial manera que tuvieron de capturar y reflejar la esencia humana.Entre los maestros de la literatura universal, León Tolstói ocupa un lugar único como narrador de las más profundas complejidades del alma. Sus relatos nos muestran la eterna lucha entre el bien y el mal; y la búsqueda, siempre presente, del sentido de la vida frente a la inevitabilidad de la muerte.Nos muestran también, cómo las relaciones humanas pueden ser tanto una fuente de sufrimiento, como de redención, y nos muestran, una y otra vez, el conflicto inmemorial entre las ambiciones terrenales y nuestras aspiraciones morales, éticas, o espirituales.En fin, las historias de Tolstói son un espejo de las pasiones, contradicciones y búsquedas esenciales de la humanidad, presentadas de una forma tan poderosa y con tal sensibilidad, que son de esas historias que probablemente perdurarán por siempre. Hoy quería hablar de uno de sus cuentos: Cuánta tierra necesita un hombre. Ya el título me parece brutal. Cuánta tierra necesita un hombre. Porque de entrada nos conecta con tres cosas antiquísimas y, perdón la redundancia, esenciales, en esta nuestra historia como seres humanos: la primera de estas cosas es la misma tierra, que tal vez sea una de las primeras cosas que el ser humano ha sentido la necesidad de poseer, por lo que su posesión es mucho más simbólica, e íntima, que poseer un auto, por ejemplo. De hecho en muchas mitologías, incluida la cristiana, somos formados primeramente de tierra, justamente, de barro. Y en varias otras mitologías la tierra misma es una deidad. En términos generales quizás no exista posesión más significativa que la de la tierra, por la que se han librado, se libran y se continuarán librando guerras de guerras entre naciones, entre familias y entre hermanos. La segunda de estas cosas, con las que de entrada nos conecta el título, es el concepto mismo de poseer algo. La idea de la propiedad privada, que sin duda debe tener sus orígenes en la agricultura, en el mismo uso de la tierra. Lo que hace más poderosa la conexión.Y la tercera, la avaricia. Uno de los pecados capitales y de las más antiguas y documentadas cualidades humanas. Cuánta tierra necesita un hombre. Y saliendonos un poco del significado literal de la palabra tierra, en el título y en la historia, obviamente la tierra juega el papal de cualquier posesión. En otra palabras: Cuánto necesita un hombre. Infelizmente, la respuesta la sabemos todos antes de comenzar a leer: más. Siempre más.En su juventud Tolstóii compró unas tierras en lo que hoy sería Rusia central, de una tribu nómada, los baskires, y esta terminó siendo la mejor inversión de su vida. Pero más adelante, Tolstói sufre una profunda crisis y transformación existencial. Uno de los resultados de ese proceso fueron sus posturas en contra de la propiedad privada y la herencia, por ejemplo. Se termina convirtiendo en un anarquista cristiano y se reprocha a sí mismo la compra de esas tierras, por haber aportado de ese modo a un sistema que él ahora despreciaba, y se reprocha a sí mismo habérselas dado a sus hijos, porque pensaba que así les había causado un enorme daño.En esa etapa, incluso teniendo aparentemente todo: era un conde aristócrata y rico, tenía una familia, y ya había alcanzado el más grande éxito literario y la admiración universal con sus libros Guerra y Paz y Ana Karenina. Pero a pesar de todo eso, sentía un gran vacío y una enorme desilusión. Encontraba su vida carente de significado, a pesar de haber logrado ...
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  • #22 Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar - Luis Sepúlveda
    Nov 24 2024
    En Marzo hice un episodio sobre la Historia Interminable, y dije que era uno de esos libros indispensables que va creciendo conmigo, bueno, este otro de esos libros.En la portada dice que es un libro para niños de 8 a 88 años, y creo que esa es la mejor descripción que se puede hacer de este librito.Es una historia escrita de una manera tan simple y con una sensibilidad tan auténtica y sincera que tiene el poder de conectarnos con esa primerísima esencia que nos hace humanos.Es una historia sobre nuestro innato deseo de pertenencia, sobre la diversidad, sobre la familia, la amistad, la resiliencia y la paciencia, sobre la muerte, y sobre el amor.El otro día lo compré para leerlo con Aurelio, y sobre la historia en sí, no hay mayor misterio, en el nombre ya está todo, es la historia de un gato que tiene que ver cómo le va a enseñarar a volar a una gaviota. No es un libro que se lea para saber cuál es el final, sino para saber cómo fue que pasó todo.Es una historia de lo que se llama “rito de iniciación”. Es el tipo de historia en el que uno de los personajes a través de un viaje de aprendizaje y transformación tiene que pasar de una fase de la vida a otra. Por ejemplo cuando un adolescente que tiene que convertirse en hombre, o cuando alguien tiene que aceptar la muerte de un ser querido, o en el caso de esta gaviota, tiene que aprender a volar, y en el caso del gato, tiene que aprender a enseñar.Fui leyendo el libro poco a poco con Aurelio hasta que nos faltaban más o menos unos 3 o 4 capítulos para terminar. Entonces ya no pude aguantar leerlo de a poco y una mañana me lo llevé al trabajo y lo terminé de leer en el metro, claro que después lo leí con Aurelio también, pero ese rato quería terminar de una vez.Y me desbordó. Mientras iba en el metro leía cómo el gato hacía lo imposible para cumplir sus promesas, y como la gaviotita con el corazón inflamado de miedo y de emoción, tambaleaba sus patitas la noche de lluvia en la que aprendió a volar. Me desbordó ese sentimiento de conexión con esa esencia de la que estaba hablando. Me desbordó, y de repente en medio de ese metro lleno de adultos apurados yendo a trabajar, no pude evitarlo y me puse a llorar.Cuando leí el libro siendo niño no me había pasado nada de eso. Había sido simplemente la bonita historia de una gaviota que quería volar.Ese es uno de los misterios de los libros que van creciendo con uno. Es diferente cada vez.Hacer este episodio puede que sea un intento de entender mejor cuál es esa esencia, y de acercarme un poco a ese misterio.Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, fue el primer libro que leí solo, sin ayuda de un adulto. Ya había leído cuentos cortos yo solito, pero ese fue el primer libro que yo consideraba “ de verdad”. Creo que tenía unos 11 años y compartía el cuarto con mi hermano Sabastián. Yo acababa de volver de vivir uno de mis mejores años, en La Paz, con mi padre y con Mónica, que se quedaron por allá todavía unos meses más. Ahora vivíamos en una casa a la que le decíamos “ el tefren” porque estaba al frente de la casa de Yoyó. Y en esa época hablabamos al revés muchas palabras. En realidad vivíamos en las dos casas. Teníamos un patio que recuerdo ser enorme, con tres o cuatro árboles de manga y una perra que se llamaba Sandunga. En esa casa mi madre tenía su taller de serigrafía, y una marca que se llamaba Borequi, que vendía ropa y accesorios para turistas.Entre tantas cosas me acuerdo que un día cayó un loro tuerto y viejo, con aires de pirata, que no sé si se quedó o se tuvo que quedar a vivir con nosotros, y que en un sillón rojo con líneas amarillas que traspasaban pequeños cuadrados azules, mi madre se sentaba a escuchar música y comer jalapeños, esperando que nazca mi hermana Lucía. En esa casa Yoyó nos contaba aventuras legendarias de Chano Mentira, de su amigo al que le decían Perro y de su hermano Polo, al que le encantaba comer pan con palta.Fue ahí también donde una navidad recibí de regalo la bicicleta que me cambió la vida. Una bici es una máquina de independencia y libertad para cualquier persona. Con esa bicicleta viví muchos de mis más preciados recuerdos con mi padre, con Yoyó, con Sebastián, con mi tío Chichín, con mi primo Don Diego… con el que hacíamos cada cosa, cosas que nadie debería hacer en bicicleta a ninguna edad… Cuando nos mudamos a otra casa, en la calle Guayacán, fue con esa bicicleta que descubrí el nuevo barrio y me hice amiguísimo de Kiu. Incluso fué en esa bici que di mi primer beso. Yo no sé si Kiu algún día escuchará esto, pero yo creo que él sabe que guardo con muchísimo cariño las conversaciones, nuestros paseos en bici por calles conocidas y por conocer, nuestras noches de ajedrez, el básquet uno a uno, la comida de su abuelo y el infinito afecto que me dió toda su familia. Esa bici me esperó fielmente en un garaje...
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