En el sur de Ecuador, escondido entre montañas verdes y ríos cristalinos, se encuentra Vilcabamba, un pequeño pueblo conocido como “el valle de la longevidad”. Este lugar ha captado la atención de científicos, periodistas y curiosos de todo el mundo durante décadas. ¿La razón? Sus habitantes suelen vivir más de 100 años, y no solo eso: muchos llegan a esa edad sin enfermedades graves y con una memoria y movilidad sorprendentes.

Pero ¿cuál es su secreto? ¿Es la genética? ¿La alimentación? ¿El agua? ¿La paz mental?

Los investigadores que han estudiado Vilcabamba proponen varias teorías...

En el siglo XVI, cuando los españoles llegaron a América, fundaron muchas ciudades en los nuevos territorios. Una de esas ciudades fue Santiago de los Caballeros de Guatemala, la segunda capital del Reino de Guatemala.

Esta ciudad fue fundada en 1527, en un lugar muy fértil, cerca del Volcán de Agua, una gran montaña que parecía tranquila y segura. En ese tiempo, los volcanes eran vistos como símbolos de poder, pero también como algo misterioso...

Marco es un joven argentino que ama viajar. El año pasado, decidió hacer un viaje por Europa. Después de visitar Italia, Francia y Alemania, tomó un vuelo de regreso a casa desde el aeropuerto de Frankfurt. Estaba muy cansado porque había caminado mucho los días anteriores. Tenía ojeras, su mochila estaba llena y solo quería dormir.

Su vuelo salía a las 10:00 de la mañana. Marco llegó al aeropuerto a las 7:30, hizo el check-in, pasó por seguridad y buscó su puerta de embarque. Como aún tenía tiempo, se sentó en una silla cerca de la puerta… y se quedó dormido profundamente.

Durmió más de una hora. A las 9:45, el aeropuerto estaba lleno de ruido, pero Marco no se despertaba. Un anuncio decía: —Último llamado para el vuelo 541 con destino a Buenos Aires. ¡Por favor, diríjanse a la puerta 26!

Pero Marco seguía dormido, con los audífonos puestos y la cabeza hacia atrás.

A las 10:05, se despertó de golpe. Miró su reloj y gritó: —¡No! ¡Mi vuelo!

Corrió a la puerta de embarque, pero ya era tarde. El avión había despegado cinco minutos antes.

Marco se sentó en el suelo, frustrado. Un agente del aeropuerto se acercó y le dijo: —Tranquilo, señor. Hay otro vuelo esta noche. Solo tiene que pagar una pequeña multa y cambiar el pasaje.

Marco suspiró. —Bueno… al menos tendré tiempo para descansar mejor —dijo riendo.

Ese día, aprendió una lección: nunca dormir tan profundo en un aeropuerto.