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Tras dos años de dolor y desolación, la vida de Jennifer al fin parecía encarrilarse. Ya casi podía dormir de un tirón y disfrutar de su preciosa hija, sin ver reflejado a su padre en cada una de sus expresiones. Sus heridas parecían estar cicatrizando poco a poco…, hasta que James, con su encanto arrollador y su maldita sonrisa, regresó a la ciudad para convertir su vida de nuevo en una montaña rusa. Y esta vez parecía venir dispuesto a conquistarla a toda costa.

«Novela autoconclusiva Nunca se me ocurría mirar a Pat como mujer… ni aunque fuera la última sobre la tierra». Pat Maloy jamás pensó que unas simples palabras, escuchadas por error, pudieran hacerle tanto daño. Durante años, había relegado sus sentimientos por Nick a un segundo plano, centrándose en ser solo su gran amiga…, hasta que a su traicionero cuerpo le dio por estremecerse y entrar en combustión cada vez que él la miraba o la rozaba, aunque fuera solo por accidente.

¡Te odio, Mike O'Connell, y jamás te perdonaré por esto! Aquellas fueron las últimas palabras que Kirsty Danvers pronuncio antes de poner seis mil kilómetros y el océano Atlántico entre los dos. Había amado en secreto a aquel patán, odioso y arrogante durante toda su vida, hasta que él la había obligado a irse de su propia casa. Como recuerdo solo se llevó su odio y un único beso devastador, que había acarreado como una auténtica maldición a través de los años, convirtiéndola en alguien incapaz de sentir nada al besar otros labios.

Cuando Jennifer Easter aterrizó en su nueva vida, a cinco mil kilómetros de casa, su prima Pat la esperaba con los brazos abiertos y aquella única advertencia. Pero incluso sin haber tenido la oportunidad de conocerlo, sabía que su completa aversión por los hombres guapos hacía del todo innecesario aquel aviso. El tal James no tenía ninguna posibilidad…, entre otras cosas porque, muy a su pesar, apenas podía pensar en otra cosa que no fuera el apuesto desconocido con el que no dejaba de toparse una y otra vez desde que había llegado a Santa Carla.